Pensamientos Visibles archivos - Judia & Catolica https://judiaycatolica.com/category/pensamientos/ Mi Camino Personal y Reflexiones sobre ser Judia y Católica, al mismo tiempo. E intentando hacer Visible algo de lo Invisible Tue, 04 Nov 2025 13:06:56 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.8.3 https://judiaycatolica.com/wp-content/uploads/2023/11/cruzymagendavid-150x150.jpg Pensamientos Visibles archivos - Judia & Catolica https://judiaycatolica.com/category/pensamientos/ 32 32 Una judía católica habla con el rabino que habla con Jesús https://judiaycatolica.com/una-judia-catolica-habla-con-el-rabino-que-habla-con-jesus/ https://judiaycatolica.com/una-judia-catolica-habla-con-el-rabino-que-habla-con-jesus/#respond Fri, 31 Oct 2025 16:36:27 +0000 https://judiaycatolica.com/?p=3545 Hace poco leí el libro Un rabino habla con Jesús, de Jacob Neusner. En él, el autor —un rabino practicante y erudito del judaísmo— se imagina escuchando el Sermón de la Montaña y dialogando con Jesús.Lo hace con total respeto, con una apertura sincera al diálogo interreligioso, y con una profunda fidelidad a la Torá. […]

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Hace poco leí el libro Un rabino habla con Jesús, de Jacob Neusner.
En él, el autor —un rabino practicante y erudito del judaísmo— se imagina escuchando el Sermón de la Montaña y dialogando con Jesús.
Lo hace con total respeto, con una apertura sincera al diálogo interreligioso, y con una profunda fidelidad a la Torá.

A lo largo de su reflexión, Neusner se pregunta si, de haber estado allí aquel día, se habría convertido en discípulo de Jesús.
Su conclusión es que, por diferentes motivos que va desarrollando en su libro, no lo hubiese seguido. En sus propias palabras:

“Si hubiera estado allí ese día, no me habría unido a sus discípulos y seguido los pasos del maestro.
Habría dado media vuelta y me habría vuelto con mi familia, a mi pueblo, para seguir mi vida como parte, y dentro, del Israel eterno.”

Y una de las cosas que también escribe en libro, que más llamó mi atención, y que lo menciona más de una vez es lo siguiente:

“Lo que Jesús me exige, sólo me lo puede pedir Dios.”

Esa frase es central, ya que remite a la esencia de todo: ¿Quién es Jesús? ¿Es Jesús Dios? ¿Cómo podemos saberlo?

Entonces mi pregunta al rabino sería la siguiente:
Si además de que él hubiese estado escuchando el sermón de la montaña y luego hablado con Jesús, también hubiese estado con los discípulos después de la muerte de Jesús, y lo hubiese visto resucitado, dialogando con ellos…
¿Cómo interpretaría ahora las palabras del Sermón de la Montaña? ¿Las seguiría viendo como algo diferente a la Torá o les daría una mirada diferente?

Esa experiencia —la Resurrección— seguramente no habría anulado su fidelidad a Dios, sino que habría revelado el rostro de ese mismo Dios en quien siempre creyó y estoy segura que eso le habría dado una mirada nueva para interpretar las palabras de Jesús.
Porque solo la Resurrección explica plenamente la autoridad con la que Jesús hablaba.

El signo de su autoridad

El Evangelio de Juan nos narra un episodio que ilumina esta cuestión.
Jesús entra al Templo y ve que este lugar sagrado de culto y oración, se ha convertido en un mercado.
Asi que expulsa a los vendedores con palabras encendidas.
Entonces las autoridades judías le preguntan:

“¿Qué signo nos muestras para obrar así?”
Y Jesús respondió:
“Destruyan este templo y en tres días lo levantaré.” (Juan 2,18-19)

A primera vista, parece una respuesta evasiva o incluso provocadora.
El Templo era lo más sagrado de Israel, el centro de la fe y el símbolo de la presencia divina.
Pero Jesús estaba anunciando el signo más grande de su autoridad:
su muerte y su resurrección.

El evangelista lo explica con claridad: “Él hablaba del templo de su cuerpo.” (Jn 2,21)

El rabino Jacob Neusner lo dijo con precisión:

“Lo que Jesús me exige, sólo me lo puede pedir Dios.”

Y si creemos que Jesús es Dios, entonces sí puede pedirnos todo lo que vino a enseñarnos.

En mi caso personal, no estuve allí para ver la Resurrección,
pero fui testigo de que Él está vivo y presente en la Eucaristía.
Lo cuento en otro artículo (clic aquí), o en este otro video (clic aquí): tuve un regalo del cielo, una experiencia que me permitió percibir —con sentidos que no son de este mundo— que Él está realmente presente en ese pan vivo bajado del cielo, el nuevo maná.
Ya no como símbolo, sino como presencia real.

Por eso tengo la certeza de que Jesús es el Mesías de Israel, el Hijo de Dios.
Y es desde esa fe que puedo contemplar el Sermón de la Montaña y todas sus enseñanzas con una mirada nueva.

No preguntarme “¿es esto verdad?”,
sino más bien: ¿en qué sentido es verdad lo que Él dice?
Poder pensar de otra manera los planteos que hace el rabino en el libro:
no tratando de ver en qué sentido lo que Jesús dijo no va de la mano con la Torá,
sino preguntándome cómo debo interpretarlo para descubrir
en qué sentido lo que Él enseña no viene a abolir la Ley ni los Profetas, sino a darles cumplimiento

El diálogo que nace de una misma oración

Cuando Jacob Neusner afirma que “lo que Jesús me exige, sólo me lo puede pedir Dios”, se acerca más de lo que imagina al corazón del Evangelio.
Porque la fe, tanto judía como cristiana, comienza siempre en el mismo punto:
en la búsqueda sincera de hacer la voluntad del Dios verdadero, amarlo sobre todas las cosas,
con todo el corazón, y con toda el alma, y con todas las fuerzas.

Pero lo más hermoso de este diálogo no es quién “gana” el argumento,
sino que ambos —el rabino y el discípulo de Cristo—
rezan al mismo Dios, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob.

Neusner lo expresa con una belleza que traspasa toda diferencia:

“Es ya de noche. El sol se ha puesto, las estrellas lucen en lo alto.
Nuestras oraciones han acabado. Y acabamos hoy como hicimos entonces, con palabras que usó también Jesús:

«Que el santo nombre de Dios sea santificado y engrandecido en el mundo que Dios creó según su voluntad.
Y que se imponga el reino de Dios, en los días de vuestra vida y en los días de la vida de todo Israel, y decid: amén.»

«Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre; venga tu reino; hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo…»

Así oramos aquella noche, y así hemos seguido orando a lo largo del tiempo; así oró él aquella noche, y así han seguido orando sus discípulos a lo largo del tiempo.
Sí, debatimos y discutimos, pero oramos al mismo Dios.
Y ésta es, en definitiva, la razón por la que siempre debatiremos y discutiremos,
pero serviremos a Dios amándonos unos a otros, como Dios nos ama.”

Y ahí, en esas palabras, se encuentra el verdadero sentido del diálogo entre judíos y cristianos: no la fusión de las diferencias, sino la fidelidad compartida al Dios único, y el amor mutuo como su signo más alto.

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Ser judío y creer en Jesús no es una contradicción, es continuidad https://judiaycatolica.com/ser-judio-y-creer-en-jesus-no-es-una-contradiccion-es-continuidad/ https://judiaycatolica.com/ser-judio-y-creer-en-jesus-no-es-una-contradiccion-es-continuidad/#respond Mon, 13 Oct 2025 22:41:35 +0000 https://judiaycatolica.com/?p=3534 Algunos, o muchos, dicen que no se puede ser judío y católico a la vez, o creer en Jesús y seguir siendo judío. Una vez leí una comparación donde decían que eso sería como ser vegetariano y comer un bife. Pero la verdad es que no se trata de una contradicción, sino de una continuidad, […]

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Algunos, o muchos, dicen que no se puede ser judío y católico a la vez, o creer en Jesús y seguir siendo judío.
Una vez leí una comparación donde decían que eso sería como ser vegetariano y comer un bife.

Pero la verdad es que no se trata de una contradicción, sino de una continuidad, completud.
Ya en otro artículo y otro video vimos cómo creer en Jesús no significa abandonar el judaísmo, sino vivirlo en plenitud.
Porque el judaísmo tiene el anuncio, las profecías y la misión de preparar la venida del Mesías.

Y una vez que el Mesías viene —Jesús, el Mesías judío—, creer en Él no es “convertirse” a otra religión,
sino continuar la historia, entrar en una nueva etapa: el judaísmo post-mesiánico, o cristianismo.

Ahora bien…
aunque sigue siendo judío quien cree en el Mesías de Israel, es lógico que algunas cosas cambien.
Porque cuando uno reconoce que la promesa se cumplió, no puede seguir viviendo igual.

Ciertas prácticas del judaísmo tenían un propósito muy específico para un tiempo concreto.
Por ejemplo, las reglas de pureza, de alimentación, o de separación de los pueblos,
tenían la función de preservar al pueblo de Israel, mantenerlo distinto,
para que pudiera cumplir su misión:
dar a luz al Mesías.

Pero una vez que esa misión se cumple, esas prácticas ya no tienen el mismo sentido.
Porque ahora, en lugar de separarse del mundo, la misión es llevar la luz al mundo.
Como dijo el profeta Isaías:

“Te haré luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta los confines de la tierra.” (Isaías 49:6)

Y eso se cumple plenamente en Jesús, cuando dice a sus discípulos:

“Ustedes son la luz del mundo.” (Mateo 5:14)

Otro ejemplo:
en muchas oraciones judías se pide por la venida del Mesías.
Pero si uno cree que el Mesías ya vino,
no tendría sentido seguir pidiendo lo que ya se cumplió.
Más bien, ahora la oración se transforma:
ya no se pide que venga, sino que reine en nuestros corazones y en el mundo entero.

Por eso, cuando un judío reconoce que Dios cumplió su promesa y envió al Mesías,
su vida necesariamente cambia.

Cambian sus oraciones, cambian sus costumbres,
porque cambia su modo de ver la historia:
ya no está esperando la promesa, sino viviendo en ella.

Así que sí:
se puede ser judío y creer en Jesús.
Pero al hacerlo, el judaísmo no se pierde… se transforma.
Se cumple, se expande, y llega a lo que siempre estuvo destinado a ser:
una luz para todas las naciones.

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Video: ¿Se puede ser judío y creer en Jesús? https://judiaycatolica.com/video-se-puede-ser-judio-y-creer-en-jesus/ https://judiaycatolica.com/video-se-puede-ser-judio-y-creer-en-jesus/#respond Mon, 13 Oct 2025 22:41:29 +0000 https://judiaycatolica.com/?p=3535 En este video hablo sobre una pregunta clave: ¿Se puede ser judío y creer en Jesús? O…¿Se puede creer en Jesús y seguir siendo judío ? Según muchas perspectivas religiosas, creer en Jesús implicaría renunciar al judaísmo. Pero ¿y si fuese posible conjugar ambas realidades de fe? En este video lo explico brevemente:

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En este video hablo sobre una pregunta clave: ¿Se puede ser judío y creer en Jesús? O…¿Se puede creer en Jesús y seguir siendo judío ? Según muchas perspectivas religiosas, creer en Jesús implicaría renunciar al judaísmo. Pero ¿y si fuese posible conjugar ambas realidades de fe? En este video lo explico brevemente:

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¿Qué significa que el velo del templo se rasgó? https://judiaycatolica.com/que-significa-que-el-velo-del-templo-se-rasgo/ https://judiaycatolica.com/que-significa-que-el-velo-del-templo-se-rasgo/#respond Sat, 11 Oct 2025 12:56:24 +0000 https://judiaycatolica.com/?p=3496 Entonces Jesús, dando un grito, expiró. El velo del Templo se rasgó en dos, de arriba abajo. (Mc.15:37-38; Mt, 27:51; Lc. 23:45) ¿Qué es este velo del Templo? ¿Y por qué tres de los cuatro Evangelios nos relatan que se rasgó en dos en el momento de la muerte de Jesús? El origen del velo […]

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Entonces Jesús, dando un grito, expiró. El velo del Templo se rasgó en dos, de arriba abajo.
(Mc.15:37-38; Mt, 27:51; Lc. 23:45)

¿Qué es este velo del Templo? ¿Y por qué tres de los cuatro Evangelios nos relatan que se rasgó en dos en el momento de la muerte de Jesús?

El origen del velo

Luego de que el pueblo de Israel fuera sido liberado de la esclavitud en Egipto, caminó en el desierto durante 40 años.
Dios los eligió para que fueran Su pueblo, y durante su andar por el desierto los acompañó en todo momento:

Y el Señor iba delante de ellos de día en una columna de nube, para guiarlos por el camino, y de noche en una columna de fuego, para alumbrarles, a fin de que anduvieran de día y de noche.»
(Éx. 13:21–22)

Dios, para profundizar aun más su presencia, y no sólo estar con ellos, sino habitar en medio de ellos, le pidió a Moisés que le construyera un santuario:

Y harán un santuario para mí, y habitaré en medio de ellos.
(Éx. 25:8)

Así se levantó lo que se conoce como el Tabernáculo, un templo portátil o móvil, el espacio donde el pueblo contaba con la presencia de Dios en medios de ellos, y donde Moisés podía ingresar y hablar «cara a cara» con Dios (Éx. 33:11).
En este templo, lo más sagrado de todo era el Arca de la Alianza, porque representaba la presencia misma de Dios en medio de su pueblo. Era el signo visible de la Presencia divina acompañando al pueblo en su caminar.

Dentro del Arca se colocaron los objetos más sagrados:

  • Las tablas de la Ley, escritas “con el dedo de Dios” (Éxodo 31:18).
  • La vara de Aarón, que floreció como signo de elección divina (Números 17:10).
  • Un vaso de maná, símbolo del alimento celestial (Éxodo 16:33–34; Hebreos 9:4).

Por eso se llamaba también “Arca del Testimonio”, ya que contenía los signos concretos de la alianza entre Dios y su pueblo.

El Arca de la Alianza se colocó dentro del Tabernáculo, y para separar este espacio sagrado del resto se puso un velo en el medio:

Harás, asimismo, un velo de púrpura violeta y escarlata, de carmesí y de lino fino reforzado, con figuras de querubines diseñadas artísticamente. Lo colgarás de cuatro columnas de madera de acacia revestidas de oro, que estarán provistas de unos ganchos del mismo metal y sostenidas por cuatro bases de plata. Pondrás el velo debajo de los ganchos, y detrás de él colocarás el Arca del Testimonio. Así el velo marcará la división entre el Santo y el Santo de los Santos.
(Éx. 26:31–33)

El velo en el Templo de Jerusalén:

Años después, cuando el rey Salomón construye el Templo de Jerusalén —ya no un templo móvil, sino fijo—, coloca allí el Arca de la Alianza, manteniendo esta separación del Santo de los Santos, por medio del velo.

El Templo tenía diferentes sectores: en algunos podían ingresar judíos y gentiles; en otros, solo judíos; en otro, solo mujeres; y en otro, hombres. Luego estaba el Lugar Santo, al que solo podían entrar los sacerdotes.
Por último, el sector más importante de todos: el Santo de los Santos, al que solo podía acceder el sumo sacerdote una vez al año. El día de Yom Kippur, el sumo sacerdote podía pasar detrás del velo para ofrecer expiación por los pecados del pueblo. (Levítico 16:2, 11–17)

Y el velo se rasgó en dos…

En los evangelios se describe con detalle que, en el momento de la muerte de Jesús el velo se rasgó:

El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo.
(Mateo 27:51; Marcos 15:38; Lucas 23:45)

Como vimos, el velo marcaba la separación del espacio sagrado —la presencia de Dios— del resto de los espacios. Sin embargo, con la redención que trajo Jesús, por medio de su muerte y resurrección, el acceso a la presencia de Dios cambió radicalmente:

Tenemos plena libertad para entrar en el Santuario por la sangre de Jesús, por el camino nuevo y vivo que Él nos abrió a través del velo, es decir, de su carne.
Hebreos 10:19–20

Ya no hay más separación entre Dios y los hombres. Por eso, la función del velo pierde su sentido: se rasga, porque el acceso a Dios queda definitivamente abierto.

En la plenitud de los tiempos se cumple, una vez más, lo que estaba profetizado:

He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo,
y lo llamará con el nombre de Emanuel. (Isaías 7:14)

Dios se hizo hombre y habitó entre nosotros, puso su morada entre nosotros (Jn. 1:14). Él es Emanuel, que significa “Dios con nosotros” (Mt 1:23).

En esta etapa Mesiánica, Dios nos da una nueva relacion con él, más cercana, corporal, con su culmen en la Eucaristía, en su Presencia Real.

Ojalá que cada dia de nuestras vidas podamos ser conscientes de este don tan maravilloso que tenemos: un Dios que quiere habitar en medio de cada uno de nosotros y acompañarnos en cada momento de nuestra vida.

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“No temas” https://judiaycatolica.com/no-temas/ https://judiaycatolica.com/no-temas/#respond Tue, 30 Sep 2025 16:56:00 +0000 https://judiaycatolica.com/?p=3472 La Palabra de Dios como bálsamo en nuestra vida. Se dice que en la Biblia la frase “No temas” aparece 365 veces, una para cada día del año. Más allá de si esto es exacto o no, lo cierto es que la mayoría de nosotros necesitamos escuchar esas palabras todos los días de nuestra vida. […]

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La Palabra de Dios como bálsamo en nuestra vida.

Se dice que en la Biblia la frase “No temas” aparece 365 veces, una para cada día del año. Más allá de si esto es exacto o no, lo cierto es que la mayoría de nosotros necesitamos escuchar esas palabras todos los días de nuestra vida.

Tenemos miedo. Vivimos con ansiedad. Nos preocupamos por tantas cosas.
El miedo se opone a la fe, a la confianza, a la esperanza.

Pasamos tanto tiempo pensando en el futuro que terminamos descuidando el presente —la única realidad que verdaderamente existe.
El momento presente es el único lugar del encuentro con Dios: allí Él actúa, nos da la gracia y las fuerzas para afrontar lo que hoy tenemos que atravesar.

No la de mañana. La de hoy.

“No se inquieten por el día de mañana; el mañana se inquietará por sí mismo.
A cada día le basta su aflicción.”
(Mateo 6, 34)

El maná en el desierto

Cuando el pueblo de Israel atravesaba el desierto, Dios le envió maná del cielo para alimentarlo y les dio una indicación muy clara:

“Que nadie reserve nada para el día siguiente”.
Algunos no le hicieron caso y guardaron una parte; pero se llenó de gusanos y produjo un olor nauseabundo…
(Éxodo 16, 19-20)

Posiblemente muchos de nosotros hubiéramos hecho lo mismo.
Estando en medio del desierto, sin recursos, y viendo alimento caer del cielo, lo más lógico parecería acumularlo “por las dudas” de que mañana no vuelva a haber.

Pero aunque Dios les pidió que no reservaran nada, el miedo a no tener a algunos los llevó a desobedecer. En lugar de confiar, actuaron por temor.

Ser como niños

Jesús nos invita a hacernos como niños: a confiar en Él, a dejar en sus manos nuestras preocupaciones y nuestras cargas.
Como los niños que confían en sus padres y se suben al auto sin saber adónde van; juegan tranquilos, sin pensar si habrá algo para la cena, porque confían en que sus padres se encargarán de eso.

“Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados,
y yo los aliviaré.”
(Mateo 11, 28)

Y nosotros, creemos en Dios… pero ¿le creemos a Dios?
¿Le creemos cuando nos dice “No temas”, “Yo estoy contigo”?

Dios no quiere que carguemos el peso de nuestra vida solos.
Cuando intentamos hacerlo con nuestras fuerzas, terminamos agotados.
¿Acaso no estamos exhaustos?

¿Y si eligiéramos creerle?
¿Confiar realmente en su Palabra y entregarnos a Él?

Cada mañana, al despertar, antes de mirar el celular o pensar en todo lo que tenemos que hacer,
podemos hablar con Dios.
Pedirle que nos acompañe, que cargue con lo que nos supera.
Que se encargue, que nos dé esa caricia, ese alivio y la esperanza de saber que no todo depende de nosotros.

Solo nos pide hacer lo mejor que podamos, pero recordando que no todo es controlable.

“Confía en el Señor de todo corazón y no te apoyes en tu propia inteligencia;
reconócelo en todos tus caminos y Él allanará tus senderos.”
(Proverbios 3, 5-6)

No es fácil abandonarnos en Él, dejar de preocuparnos tanto, dejar de tener miedo.
Por eso, tantas veces nos repite:

“No temas, Yo estoy contigo.”

Cambiar la mirada

Aun cuando ya vimos su acción en nuestra vida y experimentamos su ayuda en momentos imposibles, volvemos a temer ante un nuevo desafío.
Por eso necesitamos cambiar la mirada: ver la vida no con nuestra lógica, sino con la de Dios.

Como Pedro, que pudo caminar sobre el agua mientras su mirada estaba fija en Jesús. Pero cuando intentó comprender desde su razón lo que ocurría, se hundió.
Así también nos pasa a nosotros: cuando nos regimos por la lógica del mundo, corremos el riesgo de hundirnos.

Cuando lo imposible sucede

Pensemos en el Mar Rojo.
El pueblo de Israel había sido liberado y avanzaba hacia el desierto. Detrás venía el ejército del faraón.
Delante, el mar.
No podían avanzar ni retroceder. La situación era desesperante. Muchos gritaron, lloraron, y acusaron a Moisés de haberlos llevado allí para morir.

Imaginemos que en ese momento alguien les hubiera dicho:
“No se preocupen, el mar se abrirá en dos, pasaremos por tierra seca, y cuando los egipcios intenten seguirnos, las aguas caerán sobre ellos.”

¿Quién le habría creído? Seguramente nadie.

Lo mismo con Sara, esposa de Abraham, contándole a sus amigas que, en su vejez, iba a tener un hijo.
O María, diciendo a sus familiares que había concebido por obra del Espíritu Santo.
O Pedro, relatando que caminó sobre el agua.
O los discípulos, cuando Jesús les pidió alimentar a más de cinco mil personas con solo cinco panes y dos pescados.

Estas no son historias de ficción. Nosotros creemos que son reales.
Entonces, ¿por qué no creemos que lo imposible puede suceder también en nuestra vida?

“Si tuvieran fe como un grano de mostaza, nada les sería imposible.”
(Mateo 17, 20)

No somos de este mundo

Nosotros no somos de este mundo (Jn. 15, 19).
Y cuando vivimos bajo los criterios de este mundo,
sentimos angustia, nos sentimos perdidos, sobre cargados.

Hay una frase que me encanta que dice:

“Los que bailan son llamados locos por quienes no pueden escuchar la música.”

Pidámosle a Dios que nos dé esa confianza que Él nos pide que tengamos,
esa confianza de locura que tienen los santos,
las personas que atraviesan situaciones imposibles
y que, a los ojos del mundo, parecen locas
porque no pueden escuchar la música que ellos sí escuchan.

Pidámosle a Dios que nos de la fe del salmista, capaz de decir:

“Aunque camine por valle de sombra de muerte,
no temeré mal alguno, porque tú estás conmigo.”
(Salmo 23, 4)

Pidámosle la confianza de Moisés, de Abraham, de Sara, de María,
y de todos los locos de Dios que escucharon su música
y bailaron al compás de ella,
haciendo cosas maravillosas con sus vidas.

Dios, dame esa confianza de locura.
Muéstrame tu música y enséñame a bailar al compás de ella.

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¿Cómo reconocer una prueba de fe? https://judiaycatolica.com/como-reconocer-una-prueba-de-fe/ https://judiaycatolica.com/como-reconocer-una-prueba-de-fe/#respond Fri, 01 Aug 2025 14:33:31 +0000 https://judiaycatolica.com/?p=3447 A veces atravesamos momentos que parecen demasiado duros para ser parte de un camino bendecido:  soledad, injusticia, puertas cerradas, caminos que parecen no tener salida. ¿Dónde están los signos de Dios cuando todo se oscurece? La Dei Verbum nos recuerda:“En los sagrados libros, el Padre que está en los cielos se dirige con amor a […]

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A veces atravesamos momentos que parecen demasiado duros para ser parte de un camino bendecido:  soledad, injusticia, puertas cerradas, caminos que parecen no tener salida.

¿Dónde están los signos de Dios cuando todo se oscurece?

La Dei Verbum nos recuerda:
En los sagrados libros, el Padre que está en los cielos se dirige con amor a sus hijos y habla con ellos.”

Veamos entonces qué nos dice Dios sobre cómo —y dónde— buscar señales de su presencia en esos momentos en que parece estar ausente… en estas noches oscuras de la fe. Y cuáles son los signos con los que Él nos habla, para que podamos reconocer que lo que estamos atravesando son solo una prueba de fe.

La Biblia nos ofrece una clave poderosa: muchas veces, las mayores crisis en la vida de quienes caminan con Dios son pruebas.

Y estas pruebas tienen una característica especial: parecen poner en juego el cumplimiento de la promesa divina.

Y es ahí, precisamente, donde se esconde la pista para reconocerlas como lo que son: pruebas, no finales.

Cuando podemos verlas así, se abre un modo nuevo de atravesarlas —con paciencia y esperanza.

Veamos algunos ejemplos:

Abraham recibe la promesa de una descendencia tan numerosa como las estrellas del cielo. Y sin embargo, un día se le pide que sacrifique a su hijo Isaac, el único por medio del cual esa promesa podría cumplirse. ¿Cómo puede morir aquel por quien vendría la gran descendencia? Esa sola pregunta contiene la clave: si Dios ha hecho una promesa, entonces aquello que parece llevarnos a la destrucción no puede ser el final, por lo tanto comprendemos que es solo una prueba.

Jacob lucha en Peniel con un misterioso hombre y queda cojo… justo cuando se dirige al encuentro con Esaú, el hermano que juró matarlo. Pero Jacob lleva sobre sí la bendición. Ha sido llamado Israel. No puede perecer. El enfrentamiento con su hermano tendrá un desenlace muy diferente al que teme.

El pueblo de Israel camina por el desierto, sin agua ni comida. Atraviesa crisis profundas donde temen morir allí mismo. Pero, ¿Cómo puede terminar así la historia de un pueblo elegido para ser luz de las naciones? Es solo una prueba.

Incluso José, vendido como esclavo, acusado falsamente, encarcelado injustamente… no podía morir en el olvido. A través de él —descendiente de Abraham— se salvaría el futuro de toda la nación. Era parte del plan. Era parte de la promesa.

Estos momentos de oscuridad, de temor y de aparente abandono, pueden ser iluminados a la luz de estos relatos.

A veces se nos conduce al límite —como a Abraham, a Jacob, al pueblo en el desierto, a José— no para destruirnos, sino para que descubramos allí algo que de otro modo permanecería oculto: la fidelidad de Dios, y lo que hay de verdadero en nuestra fe, revelar lo que hay en lo más profundo de nuestro corazón.

Quizás hoy no entendemos lo que estamos atravesando. Pero la Escritura nos invita a no quedarnos en la superficie de los acontecimientos. Lo que parece una crisis, puede ser una oportunidad para crecer en fidelidad. Lo que parece pérdida, puede ser preparación. Lo que parece el final… puede ser el umbral de un nuevo comienzo.

Y cuando logramos atravesarlos y mirar en retrospectiva, podemos comprender por qué debíamos pasar por allí… y todo lo que ese paso nos dejó.

Como dijo el filósofo Kierkegaard:
“La vida solo puede ser entendida mirando hacia atrás,
pero ha de vivirse mirando hacia adelante.”


No es fácil. Por eso es importante contar con herramientas que nos ayuden a atravesar esas noches oscuras.

Y sostenernos —aunque sea con una pequeña luz de fe— de esa línea invisible pero poderosa que Dios nos extiende.

Para poder identificar que lo que estamos viviendo no es una derrota, sino una prueba para recobrar la esperanza y fortalecer nuestra paciencia.

Y comprender que ese tipo de acontecimientos no buscan destruirnos, sino sacar a la luz lo más profundo de nuestra fe… y de nuestro llamado. Purificar nuestro corazón, revelar nuestra fortaleza, nuestra valentía.

Para que podamos experimentar «…que no solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios». (Dt.8.3)

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Novena Sta. Edith Stein https://judiaycatolica.com/novena-santa-edith-stein/ https://judiaycatolica.com/novena-santa-edith-stein/#respond Sat, 19 Jul 2025 20:54:26 +0000 https://judiaycatolica.com/?p=3440 Santa Edith Stein –también conocida como Teresa Benedicta de la Cruz– fue filósofa, judía, católica, carmelita, mártir. Su vida desafía toda etiqueta, pero tiene un hilo conductor profundo: la búsqueda incansable de la verdad. Esa búsqueda la llevó desde el ateísmo hasta la fe, desde la cátedra universitaria hasta el silencio del Carmelo, desde la […]

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Santa Edith Stein –también conocida como Teresa Benedicta de la Cruz– fue filósofa, judía, católica, carmelita, mártir. Su vida desafía toda etiqueta, pero tiene un hilo conductor profundo: la búsqueda incansable de la verdad. Esa búsqueda la llevó desde el ateísmo hasta la fe, desde la cátedra universitaria hasta el silencio del Carmelo, desde la seguridad hasta el martirio.

Hoy, su testimonio sigue iluminando a quienes desean unir fe y razón, corazón e inteligencia, judaísmo y cristianismo. Esta novena es una invitación a caminar con ella, a dejarnos tocar por su pensamiento, su oración y su entrega.

Prefacio

La novena fue compuesta por Elias Friedman, O.C.D., fundador de la Asociación de Católicos Hebreos (AHC), quien la recomienda a todos los devotos de Santa Edith. El momento más adecuado para rezarla es del 1 al 9 de agosto, en memoria anual de los días que nuestra santa mártir pasó en el tren de la muerte, acompañada por su hermana Rosa y muchos otros católicos de origen judío, camino a las cámaras de gas de Auschwitz-Birkenau.

Presentamos esta Novena al público con la esperanza de fomentar la devoción a nuestra santa carmelita y como modelo a imitar para los católicos hebreos. Edith Stein se ofreció, como Jesús, nuestro Señor y Mesías, como víctima de expiación por la redención de su pueblo y de toda la humanidad.

Que nuestros esfuerzos apresuren el día en que todo Israel proclame:

¡Bendito el que viene en el Nombre del Señor!
(Baruj Haba BeShem Adonai)

David Moss, Presidente
Asociación de Católicos Hebreos


Novena – Día 1, sábado 1 de agosto de 1942

Novena a Santa Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein)

Día 1 – Sábado 1 de agosto de 1942
Carmelo de Echt, Holanda

Fue el último día de libertad para Santa Edith y su hermana Rosa. Para entonces, Santa Edith había alcanzado una clara percepción del carácter escatológico de la crisis que afectaba a los judíos de Alemania y del papel que ella estaba llamada a desempeñar en ese drama, como víctima de expiación por su pueblo y por la humanidad.

Ya el 26 de marzo de 1939, Edith había enviado una petición a su priora en una postal usada (por motivos de pobreza monástica), pidiendo permiso para ofrecerse a Jesús en expiación, para que se rompiera el dominio del Anticristo y se alcanzara la paz.

“Lo pido hoy porque ya es la duodécima hora. Sé que no soy nada, pero Jesús lo quiere, y Él llamará a muchos más a este mismo sacrificio en estos días.”

El manuscrito de su libro La Ciencia de la Cruz yacía sobre su mesa; nunca se terminaría, porque al día siguiente, la Gestapo vendría a sacarla del convento. Lo que leemos en él es prueba de la claridad y el valor con que comprendió su llamado a la expiación, clave de su destino terrenal.

A su alrededor, la atmósfera se volvía cada vez más pesada, llena de miedo y presagios. Unos días antes (el 28 de julio), su hermano Paul, su esposa Eva y su hija habían sido enviados al campo de Theresienstadt. Hede Spiegel, su ahijada, deprimida y angustiada, se acercó a la reja del convento para desahogar sus temores por el futuro, temores que compartían también las hermanas del Carmelo de Echt, donde Edith había sido enviada por sus superiores para refugiarse de la persecución a los judíos que azotaba Alemania. Edith, en cambio, mantenía una compostura y una fe en Dios sólidas como una roca, que impresionaban a todos los que la rodeaban. La Iglesia ha definido desde entonces su virtud como heroica.

Lectura del Evangelio

“Mientras iban de camino para subir a Jerusalén, Jesús se adelantaba a sus discípulos; ellos estaban asombrados y los que lo seguían tenían miedo. Entonces reunió nuevamente a los Doce y comenzó a decirles lo que le iba a suceder: «Ahora subimos a Jerusalén; allí el Hijo del hombre será entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas. Lo condenarán a muerte y lo entregarán a los paganos”


— Marcos 10:32-34

Padre Nuestro, Ave María, Gloria

(Puede añadirse aquí cualquier oración adecuada)

¡Santa Edith, ruega por nosotros!

Novena – Día 2, domingo 2 de agosto de 1942

Día 2 – Domingo 2 de agosto de 1942
Carmelo de Echt, Holanda

Lo que ocurrió ese día en el Carmelo de Echt es hoy conocido en todo el mundo; pero conviene recordar las circunstancias.

Los obispos católicos de Holanda habían emitido una protesta conjunta contra la deportación de los judíos holandeses por parte de los nazis, y ordenaron que dicha protesta se leyera en todas las Misas de todas las iglesias el domingo 26 de julio. Antes de eso, los obispos habían logrado que las autoridades nazis concedieran una exención de la deportación para los católicos de origen judío, siempre que estas personas hubieran pertenecido a una organización cristiana antes de enero de 1941.

La carta pastoral de los obispos generó inquietud ante la posibilidad de una reacción nazi; y esta no tardó en llegar. El 2 de agosto, todos los cristianos de origen judío, pertenecientes a cualquier comunidad religiosa del país, fueron arrestados y llevados por la Gestapo. El Comisario General Schmidt anunció públicamente que estaba tomando represalias por la carta pastoral del 26 de julio. Especificó, diciendo:

“Nos vemos obligados a considerar a los judíos católicos como nuestros peores enemigos y, en consecuencia, a asegurar su deportación al Este con la mayor rapidez posible.”

La violenta reacción de los nazis ante la carta pastoral de los obispos holandeses fue lo que motivó a Su Santidad, Pío XII, a abstenerse de publicar y destruir su propia protesta, que ya tenía redactada. Si esa era la reacción ante la protesta de los obispos holandeses, razonó él, ¿cuál no sería la reacción ante una protesta del Papa? Por orden suya, los monasterios y conventos de toda Italia habían acogido a refugiados judíos que huían de la persecución alemana. El propio Vaticano estaba repleto de judíos que habían acudido a sus puertas en busca de refugio.

En ejecución de la decisión del Comisario General Schmidt, dos miembros de las SS llegaron al Carmelo de Echt para llevarse a nuestra Santa Edith y a su hermana Rosa en una camioneta policial.

La deportación de nuestra mártir y su hermana fue un acto perpetrado por odio a la fe, como represalia por la condena de la persecución nazi contra los judíos, expresada por la jerarquía católica de Holanda; que nuestra mártir fuera de origen judío no habría sido, por sí solo, causa suficiente para su deportación y muerte.

Lectura del Evangelio

“Después dijo a los sumos sacerdotes, a los jefes de la guardia del Templo y a los ancianos que habían venido a arrestarlo: «¿Soy acaso un ladrón para que vengan con espadas y palos?. Todos los días estaba con ustedes en el Templo y no me arrestaron. Pero esta es la hora de ustedes y el poder de las tinieblas».

 — Lucas 22:52-53

Padre Nuestro, Ave María, Gloria
(Puede decirse aquí cualquier oración adecuada)
¡Santa Edith, ruega por nosotros!


Novena – Día 3, domingo 2 al lunes 3 de agosto de 1942
Día 3 – Del domingo 2 al lunes 3 de agosto de 1942
De Echt a Amersfoort

La camioneta policial trasladó a nuestra Santa Edith y a su hermana Rosa desde el Carmelo de Echt hasta la jefatura de policía en Roermond, primera estación en su camino de la cruz. Esa misma noche, fueron transportadas al campo de tránsito de Amersfoort.

Ese domingo 2 de agosto, los nazis detuvieron a unos trescientos católicos hebreos en toda Holanda, llevándolos a Amersfoort desde el norte y el sur del país. El transporte desde Roermond, en el sur, estaba compuesto por dos furgones policiales: uno con trece personas y otro con diecisiete. En el vehículo en el que viajaba nuestra Edith, además de Rosa, iban seis religiosas más, todas católicas de origen judío. Entre ellas estaba la hermana Judith Méndez da Costa, monja dominica, y dos trapenses, hermanas de sangre, de la notable familia Löb; de sus tres hermanos, arrestados con ellas, dos eran sacerdotes trapenses y uno era hermano lego de la misma Orden. En ese mismo transporte viajaban también la esposa y los hijos del escritor Herman de Man.

El viaje de Roermond a Amersfoort normalmente tomaba entre tres y cuatro horas; pero en esta ocasión, debido al apagón obligatorio, el conductor se perdió, y llegaron a Amersfoort recién a las tres de la madrugada del lunes 3 de agosto.

Lectura del Evangelio

“Entonces Jesús agregó: «Ustedes beberán el cáliz que yo beberé y recibirán el mismo bautismo que yo.”
— Marcos 10:39

Padre Nuestro, Ave María, Gloria
(Puede decirse aquí cualquier oración adecuada)
¡Santa Edith, ruega por nosotros!


Novena – Día 5, Martes 4 al Miércoles 5 de agosto de 1942

Del Amersfoort a Westerbork

En la noche del martes 4 de agosto, los prisioneros fueron cargados en un vagón de tren y llevados a la estación ferroviaria de Amersfoort, bajo estrictas órdenes de no levantar las cortinas de sus compartimentos. Por los gritos del jefe de estación dedujeron que su tren se dirigía a Westerbork. Pasando por Apeldoorn, Zwolle, Meppel y Hoogeveen, el tren llegó a Hooghalen, en el norte de Holanda: tantos nombres nuevos en su camino de la cruz.

El campo de concentración de Westerbork se encuentra a unos cinco kilómetros de la estación de tren de Hooghalen. El tren que transportaba a nuestros prisioneros se detuvo en un tramo abierto del campo, donde descendieron de los vagones; debía de ser alrededor de las tres de la mañana. Un destacamento de veinte hombres con brazaletes los esperaba para ayudarlos a trasladar su equipaje a dos carros tirados por caballos, en los que también subieron los enfermos, los ancianos y los religiosos. Los demás fueron conducidos en la oscuridad a través de campos, bosques y setos durante una hora hasta llegar al campo. Ya era la mañana del miércoles 5 de agosto.

Lectura del Evangelio

“Los soldados del gobernador llevaron a Jesús al pretorio y reunieron a toda la guardia alrededor de él. Entonces lo desvistieron y le pusieron un manto rojo. Luego tejieron una corona de espinas y la colocaron sobre su cabeza, pusieron una caña en su mano derecha y, doblando la rodilla delante de él, se burlaban, diciendo: «Salud, rey de los judíos». Y escupiéndolo, le quitaron la caña y con ella le golpeaban la cabeza. Después de haberse burlado de él, le quitaron el manto, le pusieron de nuevo sus vestiduras y lo llevaron a crucificar.”

Mateo 27:27-31

Padre Nuestro, Ave María, Gloria

(Se puede rezar aquí cualquier oración adecuada)

¡Santa Edith, ruega por nosotros!


Novena – Día 6, Miércoles 5 al Jueves 6 de agosto de 1942
En el campo de concentración de Westerbork

El campo consistía en miles y miles de barracas, rodeadas por una alta cerca de alambre de púas, con numerosas torres de vigilancia ocupadas por gendarmes armados con ametralladoras y reflectores para impedir cualquier intento de fuga. En ese momento, se encontraban reunidos allí mil doscientos católicos de origen judío, entre los cuales había una docena de religiosos. Estos aún vestían sus hábitos religiosos, en los que estaba cosida una estrella amarilla en forma de parche, signo de su infamia ante los ojos de los nazis. Santa Edith encontró en el campo a conocidos e incluso a miembros de su familia.

Los prisioneros eran atendidos por un Consejo Judío, que mostró particular amabilidad hacia los católicos hebreos, ayuda de la que pronto fueron privados cuando el comandante del campo ordenó que fueran aislados del resto.

La mañana comenzó con un rápido examen médico, tras el cual una enfermera condujo a las religiosas a su barraca, una choza sucia y llena de barro. Las hermanas se lavaron en un pequeño lavabo. Rezaron sus oraciones matutinas, seguidas de una meditación, mientras los guardias patrullaban afuera de su recinto. Las dos carmelitas rezaron el Oficio completo, mientras que las otras recitaban el Oficio Parvo de la Virgen, como estaban acostumbradas.

A las 7 a.m. se les permitió caminar dentro del recinto por un breve período. Después del desayuno, podían conseguir café en la cocina. Luego se les ordenó limpiar sus alojamientos.

Al mediodía, los prisioneros fueron despojados de todos sus objetos de valor —oro, plata, dinero, incluso el cambio más pequeño— y fueron llevados a un enorme edificio de madera para registrar sus datos personales. Durante las siguientes cuatro horas, desfilaron de mesa en mesa llenando formularios sobre sus pertenencias y circunstancias. En el mismo edificio había una cocina, usada en ocasiones para conciertos. Una vez finalizado el registro, cada uno fue fotografiado sentado en un taburete, sosteniendo una pizarra en la que estaba escrito su número de prisionero. En ese momento, el sentimiento de estar en prisión se volvió abrumador.

Las comidas consistían invariablemente en papas y zanahorias. A las religiosas se les permitía distribuir su ración desde una sopera traída a su barraca; los demás debían hacer fila en la cocina.

Los hombres fueron finalmente separados de las mujeres. La hermana Judith Mendez da Costa, dominica, cuya familia de origen portugués se había establecido en Holanda siglos atrás, tuvo la serenidad de comentar en una carta que escribió desde el campo a su superiora, que el clima era hermoso.

Del 5 al 7 de agosto – En el campo de concentración de Westerbork

Somos afortunados de contar con varios testimonios sobre el comportamiento de Santa Edith durante su permanencia en el campo de Westerbork.

Antes de dejar Westerbork, Santa Edith logró enviar dos notas a su priora, escritas con lápiz en dos hojas arrancadas de un bloc de notas. En la primera nota hay una frase que refleja su actitud interior durante la prueba:

“Solo se puede aprender la Scientia Crucis si se siente la Cruz en carne propia. Yo estuve convencida de eso desde el principio y he dicho con todo mi corazón: Ave Crux, spes unica” (¡Salve, oh Cruz, única esperanza!).

La señora Bromberg, quien junto a su familia —todos católicos de origen judío— acompañó a Edith desde Amersfoort hasta Westerbork, estuvo en estrecho contacto con la carmelita. Como mencionamos, la familia sobrevivió a la guerra y la señora Bromberg dio el siguiente testimonio, escrito por su hijo, el P. Ignacio Bromberg, O.P.:

“La gran diferencia entre Edith Stein y las otras hermanas residía en su silencio. Mi impresión personal es que estaba profundamente afligida, pero sin ansiedad. No puedo expresarlo mejor que diciendo que daba la impresión de cargar con un dolor tan inmenso que, incluso cuando sonreía, su sonrisa la hacía parecer aún más dolida. Casi nunca hablaba, pero miraba a su hermana Rosa con un dolor indescriptible. Pensaba en el sufrimiento que preveía que vendría para los demás, no en el suyo. Toda su apariencia, tal como la recuerdo sentada en aquella barraca, me sugería un solo pensamiento: una Piedad sin Cristo, una Raquel llorando por sus hijos.”

Otro testimonio igualmente impactante proviene de un hombre de negocios judío de Colonia, Julius Markan, quien fue puesto a cargo de los prisioneros en Westerbork y, junto a su esposa, se salvó de la deportación. Él escribió:

“Entre los prisioneros que llegaron el 5 de agosto, la hermana Benedicta destacaba por su calma y compostura. La confusión en las barracas y el alboroto causado por los nuevos llegados eran indescriptibles. La hermana Benedicta era como un ángel, yendo de mujer en mujer, consolándolas, ayudándolas, calmándolas. Muchas madres estaban al borde del colapso; no habían prestado atención a sus hijos en todo el día, simplemente se sentaban en desesperación muda. La hermana Benedicta cuidaba de los niños pequeños, los lavaba, les peinaba el cabello, se ocupaba de su comida y de otras necesidades. Durante toda su estancia allí, lavó y limpió por los demás, realizando una obra de caridad tras otra, hasta que todos se maravillaron de su bondad.”

Nuestra Santa pasó el mayor tiempo posible en oración, sin quejarse nunca, ni de la comida ni del comportamiento de los soldados. Todos, comenzando por Rosa, se beneficiaban de su ejemplo inspirador.

El Dr. Wielek, empleado en labores administrativas en el campo de Westerbork cuando llegó el transporte con Edith y su hermana Rosa, fue interrogado durante el proceso canónico diocesano. Dio el siguiente testimonio sobre su comportamiento en el campo:

“Se movía hablando, rezando, como una santa. En una conversación me dijo: ‘El mundo está hecho de opuestos, pero al final nada queda de esos contrastes. Lo único que permanece es el gran amor. ¿Cómo podría ser de otro modo?’ Hablaba con tal seguridad y humildad que conquistaba a todos los oyentes. Conversar con ella era un viaje a otro mundo. En esos momentos, Westerbork dejaba de existir. Ya no había duda de que ella y los demás bautizados (judíos) serían deportados a otro lugar en unas horas. Le pregunté a quién quería que informara de lo que estaba ocurriendo y si podía hacer algo por ella. Ella respondió preguntando por qué se debería hacer una excepción con ella o con su grupo. Era justo, dijo, que el hecho de estar bautizada no le diera ningún privilegio. Su vida estaría arruinada si no pudiera participar en el destino de los demás.”

Lecturas del Evangelio

“De la misma manera, los sumos sacerdotes, junto con los escribas y los ancianos, se burlaban, diciendo: «¡Ha salvado a otros y no puede salvarse a sí mismo! Es rey de Israel: que baje ahora de la cruz y creeremos en él.”
Mateo 27,41-42

“Al mediodía, se oscureció toda la tierra hasta las tres de la tarde.”
Marcos 15,33

“Pilato convocó a los sumos sacerdotes, a los jefes y al pueblo, y les dijo: «Ustedes me han traído a este hombre, acusándolo de incitar al pueblo a la rebelión. Pero yo lo interrogué delante de ustedes y no encontré ningún motivo de condena en los cargos de que lo acusan; ni tampoco Herodes, ya que él lo ha devuelto a este tribunal. Como ven, este hombre no ha hecho nada que merezca la muerte.”
Lucas 23,13-15

Padre Nuestro, Ave María, Gloria
(se puede rezar aquí cualquier oración adecuada)

¡Santa Edith, ruega por nosotros!

Novena – Día 7

Viernes 7 de agosto de 1942
Salida de Westerbork hacia Auschwitz

El transporte estaba previsto para salir el jueves 6 de agosto, pero la partida fue pospuesta por una u otra razón. El jueves por la tarde, una mujer llegó al campo trayendo ropa de civil para las Hermanas. Se suponía, entonces, que estarían obligadas a cambiarse al llegar a la frontera, aunque no parece que tal cambio de hábito haya tenido lugar.

Durante la tarde del jueves, el Consejo Judío redactó las listas de las personas que debían ser transportadas en el próximo convoy hacia Auschwitz; las listas fueron leídas esa misma noche, para que los afectados pudieran hacer los preparativos que consideraran necesarios. La Gestapo había dado instrucciones estrictas al Consejo de no hacer ninguna excepción en este transporte en particular. Sin embargo, la familia Bromberg y la Hermana Judith fueron dejadas atrás por alguna cuestión técnica. La familia tuvo la fortuna de sobrevivir a la persecución, pero la Hermana Judith moriría más tarde en Auschwitz, en 1944.

El viernes por la mañana, 7 de agosto, a las tres y media, una larga fila de prisioneros —hombres, mujeres y niños— se alineó a lo largo del camino que cruzaba el campo. En esa fila estaban nuestra Santa Edith, Rosa y un millar más de católicos de origen judío. Los barracones habían sido vaciados por completo. Los hombres de las SS reemplazaron a los gendarmes holandeses y dieron con rudeza la orden de comenzar a marchar. A todos los empujaron dentro de vagones de carga, llenos hasta el punto de la asfixia. Santa Edith y las otras Hermanas, todavía vestidas con sus hábitos, estaban en la sección media del tren. Los otros prisioneros llevaban uniformes de prisión, aunque este hecho es debatido. Es conmovedor saber que el tren pasó por Breslau —a solo 50 o 60 kilómetros de Auschwitz—, en su camino hacia la frontera polaca. Breslau era la ciudad natal de nuestra Santa, aunque los vagones estaban tan herméticamente cerrados que tal vez ella ni siquiera se percató.

En Schifferstadt, sin embargo, es posible que una puerta se haya abierto por unos breves instantes, durante los cuales nuestra Edith logró reconocer a una exalumna que se encontraba en el andén y le hizo llegar saludos para sus Hermanas. “Diles”, dijo, “que voy camino al Este”. Tal vez no sabía que su destino era Auschwitz.

Muchos murieron en el trayecto, pero no se permitió retirar los cadáveres. Se puede imaginar la sed, el hambre y el sufrimiento —tanto físico como mental— de los pasajeros en esos “trenes de la muerte”.

Lectura del Evangelio

“Después, Jesús llevó aparte a los Doce y les dijo: «Ahora subimos a Jerusalén, donde se cumplirá todo lo que anunciaron los profetas sobre el Hijo del hombre.Será entregado a los paganos, se burlarán de él, lo insultarán, lo escupirán.”  
Lucas 18, 31–34

Padre Nuestro, Ave María, Gloria
(Cualquier oración apropiada puede añadirse aquí)

¡Santa Edith, ruega por nosotros!


Novena – Día 8, Viernes 7 al Sábado 8 de agosto de 1942

 Día 8 – Del 7 al 8 de agosto de 1942

En el tren de la muerte hacia Auschwitz

Santa Edith y sus compañeros prisioneros pasaron dos días en los vagones de un tren de carga que los llevó desde Westerbork, en Holanda, a través de Alemania hasta Auschwitz, en Polonia. El convoy estaba compuesto por exactamente 987 personas: hombres, mujeres y niños. Cada vagón estaba abarrotado con entre cincuenta y ochenta prisioneros. Las condiciones dentro de los vagones eran horribles.

El tren llegó a Auschwitz a las diez de la noche del sábado 8 de agosto, y fue registrado como un cargamento de pacientes psiquiátricos. Dos obreros que vieron a nuestra Santa Edith en el andén, vestida con su hábito carmelita, murmuraron entre sí que, al menos ella, no parecía estar loca. Cualquier comunicación con las víctimas estaba estrictamente prohibida.

Lectura del Evangelio

Jesús, cargando sobre sí la cruz, salió de la ciudad para dirigirse al lugar llamado «del Cráneo», en hebreo «Gólgota».”
(Juan 19:17)

Padre Nuestro, Ave María, Gloria
(Puede añadirse aquí cualquier oración apropiada)

¡Santa Edith, ruega por nosotros!


Novena – Día 9, Domingo 9 de agosto de 1942
Día 9 – Domingo, 9 de agosto de 1942

El Campo de Exterminio de Auschwitz

Auschwitz era, en ese tiempo, una pequeña ciudad provincial polaca, que acabaría dando su nombre al tristemente célebre campo de concentración abierto en sus cercanías por orden de Himmler, el 27 de abril de 1940, para prisioneros políticos. El primer campo era relativamente pequeño y fue llamado posteriormente Auschwitz I. En octubre de 1941, se instaló un campo mucho más extenso, nombrado según un pueblo cercano: Auschwitz II-Birkenau (Enciclopedia Judaica, Vol. 3, col. 854-871). Desde marzo de 1942, los judíos eran dirigidos al segundo campo.

Las matanzas masivas de prisioneros judíos con gas Zyklon B (ácido prúsico) comenzaron en Birkenau en enero de 1942, por instigación de Adolf Eichmann, quien tenía el mando general de la ejecución de la “Solución Final” del problema judío, decidida por los nazis en la conferencia de Wannsee en 1941. Las cámaras de gas operaron durante dos años y diez meses, en los cuales pereció un millón de judíos.

Los convoyes llegaban a razón de tres o cuatro por día; eran recibidos, por lo general, en el andén por el comandante del campo, Rudolf Hoess —posteriormente ejecutado por crímenes de guerra—, y por el infame Dr. Mengele, quien realizaba la “selección”: los prisioneros fuertes eran enviados a trabajos forzados en minas y fábricas, y el resto era destinado a la “eliminación” inmediata.

El primer transporte de prisioneros desde Holanda llegó en julio de 1942; el que llevaba a nuestra Santa fue, quizás, el tercero, precedido por un transporte de hombres que había llegado al campo esa misma tarde.

A los recién llegados se les llevaba a los barracones y se les indicaba dejar su ropa en un gancho numerado, con la falsa promesa de recuperarla después de la ducha. A las mujeres, por lo general, se les cortaba el cabello. Luego, los prisioneros debían caminar unos cuatrocientos metros por un sendero hasta llegar a una gran sala con tubos en el techo. Se usaba la fuerza para hacerlos entrar, si era necesario. Las puertas metálicas eran cerradas, se accionaban las palancas y se introducía el gas en las salas. De veinte a veinticinco minutos después, bombas eléctricas evacuaban el gas, permitiendo que unidades especiales entraran a vaciar las cámaras. No todas las víctimas estaban muertas. Se extraían los dientes de oro y los cadáveres eran arrojados a fosas comunes. Aún no se habían instalado crematorios en Auschwitz; pero más adelante, para borrar las huellas de sus crímenes, los nazis exhumaron los cadáveres y los incineraron.

Desde la llegada de un convoy hasta la exterminación de las víctimas solía pasar, por regla general, no más de una hora y media. El asesinato de seres humanos se convirtió en una rutina monótona.

Santa Edith, sus compañeras y un millar de otros católicos hebreos murieron en las cámaras de gas de Auschwitz II-Birkenau en la mañana del 9 de agosto, por asfixia con vapores de ácido prúsico. Así entró en su gloria, acompañada —como nos gusta creer— por muchos otros…


Epílogo de la traductora

Edith Stein cumplió su misión. Como todo ser humano, somos creados con un propósito. Y ella supo descubrirlo y animarse a vivirlo a pesar de las grandes dificultades que esto le ocasionó. 

Antes de subir al tren que la llevaría al campo de exterminio, Edith tomó a su hermana Rosa de la mano y le dijo con serenidad:
“Vamos, vayamos por nuestro pueblo.”

No era solo un gesto de entrega. Era el eco final de una vida que había sido toda ella un «sí» a la Verdad. Había buscado la verdad filosóficamente, la había recibido como gracia, la había abrazado como cruz.

La cruz no fue para ella un absurdo, sino la forma más alta de unión con Dios, con el Ser Eterno. 

Que hoy, más que nunca, judíos y cristianos podamos reconocer que no somos extraños, sino que compartimos una misma raíz, una misma promesa y un mismo llamado: ser miembros de un mismo pueblo, el Pueblo de Dios.

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Charla Testimonio de fe: No es conversión, es continuidad https://judiaycatolica.com/charla-testimonio-de-fe-no-es-conversion-es-continuidad/ https://judiaycatolica.com/charla-testimonio-de-fe-no-es-conversion-es-continuidad/#respond Fri, 18 Jul 2025 14:16:44 +0000 https://judiaycatolica.com/?p=3421 A continuación comparto un Testimonio dado en la Parroquia Santísimo Redentor en Buenos Aires, en julio de este año, 2025. El sonido no es muy bueno. Cualquier cosa para ver el testimonio en video con mejor sonido ingresar a: https://www.youtube.com/watch?v=A3tf1DugV20&t=1321s

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A continuación comparto un Testimonio dado en la Parroquia Santísimo Redentor en Buenos Aires, en julio de este año, 2025. El sonido no es muy bueno. Cualquier cosa para ver el testimonio en video con mejor sonido ingresar a:
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El lenguaje silencioso de la Creación https://judiaycatolica.com/el-lenguaje-silencioso-de-la-creacion/ https://judiaycatolica.com/el-lenguaje-silencioso-de-la-creacion/#respond Tue, 01 Jul 2025 12:06:40 +0000 https://judiaycatolica.com/?p=3407 ¿Hay algún artista que haya creado su obra por puro azar? ¿Que no haya tenido ninguna intención detrás? Tal vez quiso hacer catarsis, o manifestar sentimientos que brotaban de lo más profundo de su ser. Expresar emociones que superan el lenguaje verbal. Su obra, única y auténtica, transmite algo irrepetible, algo que ninguna otra podría […]

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¿Hay algún artista que haya creado su obra por puro azar? ¿Que no haya tenido ninguna intención detrás? Tal vez quiso hacer catarsis, o manifestar sentimientos que brotaban de lo más profundo de su ser. Expresar emociones que superan el lenguaje verbal. Su obra, única y auténtica, transmite algo irrepetible, algo que ninguna otra podría decir del mismo modo.

Cuando contemplamos la obra de la creación, las maravillas de la naturaleza, los atardeceres llenos de colores que despiertan en nosotros emociones indescriptibles… ¿nos detenemos a pensar en su Creador? ¿Puede una obra tan armónica nacer del caos? ¿Pueden estos mares y montañas, esta belleza innegable, existir sin un sentido?

El salmista lo dice con claridad: “El cielo proclama la gloria de Dios y el firmamento anuncia la obra de sus manos” (Salmo 19,1). Y el Libro de la Sabiduría lo expresa aún más profundamente:
“Porque por la grandeza y hermosura de las criaturas, se llega, por analogía, a contemplar a su Autor.” (Sab. 13,5)

Si toda obra revela algo de quien la crea, ¿no estamos llamados también nosotros a buscar el propósito que hay detrás de esta creación? ¿No cambia radicalmente nuestra vida si descubrimos que detrás de lo creado, y de nuestra propia existencia, hay una intención, un propósito?

A veces le pedimos a Dios respuestas… y sentimos que guarda silencio. Pero ¿y si estuviera hablando en otro lenguaje? ¿Y si su respuesta no tuviera forma de palabra, sino de brisa, de cielo estrellado, de belleza gratuita que se revela sólo en el silencio y la contemplación?

Job, el personaje bíblico que encarna el dolor humano más profundo, en su búsqueda angustiosa de sentido, encontró finalmente una respuesta cuando Dios le habló desde la tormenta. Pero no le explicó por qué sufría. Le habló sobre la creación, sobre el mar, el cielo, los animales salvajes, las estrellas… ¿Qué tenía eso que ver con su dolor? Y, sin embargo, en esa inmensidad, en ese lenguaje de la belleza, Job encontró consuelo. Tal vez no el que esperaba , o el que nosotros como lectores queríamos tener—no uno lógico, racional, tranquilizador—, pero sí uno que lo envolvió, que lo superó y lo llevó a la confianza.

Porque hay vivencias —el sufrimiento, el amor, la belleza— que desbordan las palabras. Es allí donde el arte encuentra su vocación, y donde la creación se convierte en lenguaje: un lenguaje que no se pronuncia, pero que dice muchísimo.

Y me pregunto: ¿acaso el Artista por excelencia, Dios mismo, no usará también ese lenguaje para hablarnos? ¿Para expresar su dolor ante nuestro dolor, su Amor extremo que se derrama una y otra vez sobre nuestros corazones?

Quizás la próxima vez que nos sintamos perdidos por el aparente silencio de Dios, podríamos simplemente contemplar sus obras, mirar el cielo, la montaña o al mar… y tal vez allí entendamos algo de lo que nos quiere decir. Quizás tengamos la suerte del salmista, y podamos decir también nosotros:

“¡Señor, nuestro Dios, qué admirable es tu nombre en toda la tierra!…
Cuando contemplo el cielo, obra de tus manos,
la luna y las estrellas que has creado,
¿Qué es el hombre para que pienses en él,
el ser humano para que lo cuides?”
(Salmo 8. 1-5)

Y en esa contemplación simple y silenciosa, volver a sentirnos amados, cuidados, tenidos en cuenta. Volver a descubrir que no estamos solos.

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Los salmos que Jesús rezó en la cruz https://judiaycatolica.com/los-salmos-que-jesus-rezo-en-la-cruz/ https://judiaycatolica.com/los-salmos-que-jesus-rezo-en-la-cruz/#respond Thu, 17 Apr 2025 15:48:45 +0000 https://judiaycatolica.com/?p=3397 Los salmos han acompañado a generaciones enteras del pueblo de Israel… y siguen haciéndolo hasta hoy.Son cantos de celebración, de súplica, de dolor.Nos ayudan a atravesar tanto los momentos más luminosos de la vida como esos otros en los que parece reinar el silencio de Dios. Jesús, como judío, también los rezó durante toda su […]

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Los salmos han acompañado a generaciones enteras del pueblo de Israel… y siguen haciéndolo hasta hoy.
Son cantos de celebración, de súplica, de dolor.
Nos ayudan a atravesar tanto los momentos más luminosos de la vida como esos otros en los que parece reinar el silencio de Dios.

Jesús, como judío, también los rezó durante toda su vida.
Y en el momento más importante —en la cruz— también los pronunció.

Las “siete palabras” de Jesús en la cruz no son solo frases sueltas.
Son las últimas palabras de alguien que está muriendo.
Y cuando alguien sabe que está muriendo, cada palabra importa.
No son arbitrarias.
Son elegidas. Pensadas.
Y en el caso de un crucificado, donde hablar es una tortura… esas palabras revelan lo hay en lo más profundo de su corazón.

De esas siete frases, dos están tomadas directamente de los salmos.
Jesús los había cantado con sus discípulos en la Última Cena —como vimos en el articulo anterior—, y ahora, en el final de su vida, los vuelve a rezar.

Dos salmos.
Dos oraciones.
Dos momentos clave de la Cruz.

Primero, el Salmo 22:
Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”

Y más tarde, el Salmo 31:
En tus manos encomiendo mi espíritu.”

¿Cómo puede un hombre pasar de decir “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” a decir: “En tus manos encomiendo mi espíritu”?
¿Cómo se transita de la sensación de abandono a la entrega total?

Lo que parece una contradicción es, en realidad, un recorrido.
Un camino interior.
Un tránsito desde el dolor hacia la esperanza.
Que es lo que nos enseña Jesús, y lo que nos enseñaron a hacer los salmos durante siglos.

“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”
Estas palabras, recogidas por Mateo y Marcos, resuenan como un grito desgarrador.
Muchos han visto en ellas solo desesperación.
Pero quienes conocen la tradición judía saben que son mucho más que eso.

Son las primeras palabras del Salmo 22.
Y en la tradición de Israel, citar el comienzo de un salmo es evocar todo su contenido.
Es como si Jesús estuviera rezando el salmo entero con una sola frase.

Entonces, si leemos el salmo completo, podemos comprender algo totalmente diferente de lo que estas palabras aparentan expresar…

Y ese salmo, aunque empieza con un clamor de angustia, termina con una alabanza confiada.
Veamos algunos de los versículos.

El salmo comienza así:

“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
¿Por qué estás lejos de mi clamor y mis gemidos?
Te invoco de día, y no respondes,
de noche, y no encuentro descanso.”

Pero más adelante, dice:

“En ti confiaron nuestros padres,
confiaron y tú los liberaste;
clamaron a ti y fueron salvados,

confiaron en ti y no quedaron defraudados.”

Ya vimos en otros videos que muchos salmos hacen este ejercicio de rememorar el paso de Dios en la vida del pueblo de Israel y, a la vez, en la propia vida.
Y eso vuelve a fortalecer a quien lo reza, porque entiende que Dios nunca defraudó a su pueblo, ni a quienes lo buscan, y tampoco lo va a defraudar a él.
Entonces, en medio del dolor y la tragedia, el salmista expresa su confianza inquebrantable en Dios.

Este salmo, además, expresa aún mucho más.
Tiene un carácter profético.
Jesús no solo lo reza, sino que lo vive en carne propia.

Leamos en detalle lo que dice el salmo y vamos a verlo en relación a los relatos de la Pasión en los Evangelios:

“Los que me ven, se burlan de mí,
hacen una mueca y mueven la cabeza, diciendo:
‘Confió en el Señor, que él lo libre;
que lo salve, si lo quiere tanto’.
(Salmo 22, 8-9)

Lucas 23 nos dice:
“El pueblo permanecía allí y miraba. Sus jefes, burlándose, decían: ‘Ha salvado a otros: ¡que se salve a sí mismo, si es el Mesías de Dios, el Elegido!’
También los soldados se burlaban de él y, acercándose para ofrecerle vinagre, le decían: ‘Si eres el rey de los judíos, ¡sálvate a ti mismo!
’”

Y el Salmo continúa (22, 17-19):

“Taladran mis manos y mis pies,
me hunden en el polvo de la muerte.
Yo puedo contar todos mis huesos;
ellos me miran con aire de triunfo,
se reparten entre sí mi ropa
y sortean mi túnica.”

Evangelio de Juan 19, 23-24:

Después que los soldados crucificaron a Jesús, tomaron sus vestiduras y las dividieron en cuatro partes, una para cada uno. Tomaron también la túnica, y como no tenía costura, porque estaba hecha de una sola pieza de arriba abajo,
se dijeron entre sí: ‘No la rompamos. Vamos a sortearla, para ver a quién le toca’. Así se cumplió la Escritura que dice: Se repartieron mis vestiduras y sortearon mi túnica. Esto fue lo que hicieron los soldados.”

Este salmo, escrito siglos antes, parece describir lo que está ocurriendo al pie de la cruz.
Las palabras del salmo se hacen cuerpo en Jesús.
Lo que había sido oración del pueblo, se convierte en experiencia viva del Mesías.

Y el Salmo 22 concluye con esperanza:

Contaré tu nombre a mis hermanos,
te alabaré en medio de la asamblea.”

“Porque no ha mirado con desdén ni desprecio la miseria del pobre,
no le ocultó su rostro y cuando pidió auxilio, lo escuchó.

Jesús empieza con este salmo.
Y con eso, nos muestra que incluso en el abandono… hay un camino hacia la confianza.
Y al final, lo confirma con su última frase del Salmo 31:

“Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.”

Con esta frase, Jesús se entrega.
Se confía plenamente a su Padre.

No está huyendo del dolor.
Lo está atravesando.
Y lo hace con la misma oración que sostuvo a su pueblo durante siglos.

Jesús muere como vivió: en diálogo con Dios.
Y ese diálogo, aun en la cruz, no está marcado solo por la angustia,
sino también por la certeza de que Dios no abandona.
Que el silencio de Dios no es ausencia.
Que en medio de la noche… la oración nos ilumina.

Y frente a esto, podemos aprovechar estos días para reflexionar también nosotros…

¿Qué palabras brotan de nuestra boca en nuestras propias cruces?
¿Podemos —como Jesús— hacer nuestros los salmos?
¿Dejarnos llevar por ese camino que va del abandono a la confianza?
Del dolor a la esperanza.
De la soledad… a la comunión.

Porque también nosotros, en medio de nuestras noches, podemos recordar como lo hizo Jesús.
Recordar que no estamos solos,
que hay una historia detrás que nos sostiene,
una fidelidad que no falla.

Los salmos no son solo palabras antiguas.
Son el puente entre nuestra fragilidad y la fuerza de Dios.
La voz que nos ayuda a seguir rezando cuando ya no tenemos palabras.

Y así, como lo hizo Jesús, también nosotros podemos confiar.
Incluso en la cruz.
Incluso en la noche.
Incluso cuando todo parece perdido…
podemos seguir confiando, porque su fidelidad no se apaga.

A entregar nuestro espíritu, sabiendo que Dios nos recibe con amor.
Porque su fidelidad es eterna.
Y en cada cruz, Él nos sostiene con sus manos.

La entrada Los salmos que Jesús rezó en la cruz se publicó primero en Judia & Catolica.

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