Completud. Un término que no existe, para una categoría que pareciera no encajar en la mayoría de las personas.
«No se puede ser judío y católico a la vez«. «O Judío o Católico, las dos cosas juntas no.» «Se oponen, se contradicen.«… Pero nada más lejos de la realidad.
Y yo tambien lo creí así por mucho tiempo. Hasta que comencé a ver las cosas desde otro punto de vista y comprendí que el judaísmo y el catolicismo van en la misma línea, uno seguido del otro y a la vez, entrelazados.
Quizás para entenderlo o verlo tan claramente es bueno conocer en profundidad la historia completa de la Salvación. Desde el primer hombre hasta Jesús.
Pero no me voy a poner ahora a hacer una exégesis bíblica del tema. Sólo quiero dejar sentado que estas dos religiones son una misma:
el judaísmo es la promesa de Dios hacia el pueblo de Israel acerca del envío del Mesías, y el Catolicismo celebra el cumplimiento de esa promesa por Dios. Es la continuidad del judaísmo. Por lo tanto, como dice Rosalind Moss «Hacerse católico es lo más judío que puede hacer un judío«.
Ser católico es creer que Jesús es el Mesías judío que por tantos años esperó el judaísmo. Por lo tanto, como judía, nunca podría ser, que reconocer al catolicismo como transmisor de esta fe significase una conversión. Ya que no dejé nada atrás, ni cambié nada, sino todo lo contrario. Más comprendo mi judaísmo, más lo admiro y amo ser parte de este pueblo.
Ser Judío Católico es completar el judaísmo, añadirle una parte, sin extraer ni cambiar «ni una I ni una coma» de lo anterior. Por eso es «completud». Que interiormente se refleja en plenitud, pasión, enamoramiento, complicidad con Dios al entender sus planes y algo de su forma de obrar. Es entenderse parte de la historia completa de la salvación, encontrar tu lugar único en la compleja eternidad. Un presente que se hace pasado y futuro a la vez. Una copa rebalsada de tanto amor, misterio y sentido.