Se puede ser judío y creer en Jesús?
A simple vista, esta pregunta parece tener una respuesta obvia: “No”.
Para muchos —ya sea desde una perspectiva judía o católica— creer en Jesús implica dejar atrás el judaísmo y abrazar otra religión.
Pero ¿y si no fuera así?
¿Y si creer en Jesús no significara abandonar la identidad judía, sino vivirla en plenitud?
Desde mi experiencia y mi estudio de la historia bíblica, puedo decir con certeza:
Sí, se puede ser judía y creer en Jesús.
Y no solo se puede… tiene todo el sentido del mundo.
Desde el Génesis: una promesa para toda la humanidad
La historia bíblica comienza con una caída, pero también con una promesa.
En medio del dolor por la desobediencia de Adán y Eva, Dios anuncia que un día, la descendencia de la mujer vencerá a la serpiente:
“Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y la suya; ella te aplastará la cabeza” (Génesis 3:15).
Esa es la primera profecía mesiánica. Y desde allí, toda la historia de la salvación avanza hacia el cumplimiento de esa promesa.
Para preparar ese momento, Dios elige a un pueblo: Israel.
Lo forma, lo separa, le da una Ley, mandamientos, rituales, sacrificios y sobre todo: la revelación de su palabra.
Le envía profetas que anuncian no solo las exigencias de la alianza, sino también la venida de un Redentor.
Así lo anunciaban los profetas:
Miqueas había dicho que el Mesías nacería en Belén:
“Y tú, Belén de Efratá, pequeña entre los clanes de Judá, de ti saldrá el que ha de gobernar a Israel” (Miqueas 5:1).
Zacarías había anunciado que el rey vendría humilde, montado en un burro:
“Mira que tu rey viene a ti, justo y victorioso, humilde y montado en un asno” (Zacarías 9:9).
Daniel había profetizado una figura “como un hijo de hombre” que recibiría dominio eterno:
“Y le fue dado poder, gloria y reino; y todos los pueblos, naciones y lenguas lo sirvieron” (Daniel 7:14).
Isaías, además de anunciar la luz para las naciones, habló de un siervo sufriente que llevaría sobre sí el pecado de muchos:
“Fue traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestras culpas. El castigo que nos da la paz cayó sobre él” (Isaías 53:5).
“Te haré luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta los confines de la tierra” (Isaías 49:6).
El propósito de Israel no era quedarse encerrado en sí mismo, sino ser un canal de bendición para todas las naciones, preparando la llegada del Mesías.
Jesús: el Mesías de Israel
Siglos después, en la plenitud de los tiempos, nace Jesús en una familia judía, en una aldea judía, bajo la Ley judía y prácticas judías.
Y a lo largo de su vida, sus enseñanzas, sus obras, su muerte y su resurrección, va revelando que es Quien afirmaba ser:
el Mesías prometido.
Los primeros que creyeron en Él eran todos judíos.
Los discípulos, los apóstoles, los miles que lo seguían: ninguno pensaba que, al seguir a Jesús, estaba abandonando el judaísmo.
Lo veían, más bien, como el cumplimiento de lo que Dios había prometido a Israel.
Creer en Jesús no era una ruptura. Era una continuidad.
La fe en el Mesías no negaba el pasado, sino que lo iluminaba.
Era el momento en que Israel cumplía su misión: dar a luz al Salvador, para que luego Él fuera luz para todo el mundo.
La Iglesia: el judaísmo en su etapa mesiánica
Jesús no solo predicó: también fundó una comunidad, confió su enseñanza a los apóstoles y dejó signos visibles de su presencia: los sacramentos.
Esta comunidad, con el paso del tiempo, fue reconocida como la Iglesia católica.
Y en ella se continuó la transmisión de la fe en Jesús como el Mesías y la vivencia de la alianza renovada.
Desde esta perspectiva, podemos decir que el catolicismo es el judaísmo en su etapa mesiánica.
No una religión distinta, sino la plenitud del mismo camino con la promesa cumplida.
Jesús mismo lo dijo:
“No he venido a abolir la Ley ni los Profetas, sino a darles cumplimiento” (Mateo 5:17).
Creer en Jesús no es dejar de ser judío
Siendo judío, Creer en Jesús no significa convertirse a otra religión.
No es negar nuestra historia ni nuestras raíces, sino abrirlas a su destino más profundo.
Es vivir la identidad judía a la luz de la promesa cumplida.
El pueblo de Israel fue elegido para dar al mundo al Mesías.
Jesús es ese Mesías.
Y seguirlo no aleja a un judío de su identidad… sino que lo plenifica.