«Sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo»
(Mt. 5.48)

La historia de José es de esas narraciones que no sólo se disfrutan al leer, sino que cuando uno las termina, nos hace ver todos los acontecimientos de un modo muy diferente del que teníamos al iniciar.

Es una historia muy enriquecedora en cualquier contexto y tiempo desde donde la abordemos.

Desde el momento en que esta historia fue escrita, muchos siglos después de su acontecimiento, época de la vuelta del exilio babilónico del pueblo de Israel, se pueden encontrar simbolismos y paralelos con la historia de Dios y su pueblo. Podemos ver que es un relato que pretende edificar y modelar conductas a seguir por parte del pueblo de Dios a través de las acciones de José y sus hermanos. Asimismo, el traslado de los restos de Jacob a Canaán prefigura ya la posterior liberación de su pueblo cautivo en Egipto. Dios salvará a su pueblo y cumplirá la promesa de la tierra.

Moviéndonos unos siglos más en el tiempo, leyendo esta historia bajo la luz del nuevo testamento, es donde llega a su mayor plenitud. José es el claro reflejo del hombre propuesto por Jesús en su sermón del monte. Quien lleva a cabo todas las características que un hombre bienaventurado debe poseer y es lo que analizaremos a lo largo de este trabajo.

Como todas las historias de la Biblia, también nos es útil hoy, muchos siglos después. Nos habla, nos interpela y nos hace cuestionar nuestros propios actos. Desde simples tentaciones que se nos van presentando en la vida, hasta un tema tan central y un desafío tan grande para la vida de todo hombre, y sobre todo para un cristiano, que es el sincero perdón ante las situaciones más complejas.

Esta es la historia de Jacob, la historia de todos.

En el capítulo 37 del Génesis, la Biblia nos dice que a continuación nos va a relatar la historia de Jacob, y lo primero que nos aparece es el nombre de José, y su historia. Sobre este tema se puede analizar muchísimo, pero vamos a centrarnos en el relato de José, que también por ser su hijo, es la historia de Jacob. Y la vez, su camino puede ser también la historia de todos nosotros en nuestro peregrinaje a la santidad.

El relato de la historia de José nos va preparando el terreno para adentrarnos en el desenlace del capítulo final, el 50. Cada detalle de la historia, cada experiencia que José debe atravesar, no es aleatoria. Cada vivencia es lo que va acercando a este personaje a la «fe adulta y responsable…por medio del dolor, el desprendimiento y la angustia. Ambos, Jacob y José, serán puestos a prueba, pero en la esclavitud encontrarán al Dios que no los abandona[1]

Brevemente vamos a hacer un resumen acerca de los hechos que llevaron al momento culminante de la historia.

El relato comienza con los sueños de José que ofenden a sus hermanos. El favoritismo de Jacob hacia él, profundizaba aún más los celos fraternos, que terminan llevando a que sus hermanos vendan a José como un esclavo para Egipto.

Allí, José fue esclavo de Potifar cuya esposa lo intentó seducir, pero él se negó. Entonces, ella le acusó de querer violarla, resultando en su encarcelamiento. En la cárcel, José interpretó correctamente los sueños de dos prisioneros. Por eso, tiempo después, el Faraón le pidió a José que interpretara dos sueños que había tenido lo que derivó en que el  faraón convierta a José en el segundo hombre más poderoso de Egipto, quien se encargaría de evitar la hambruna venidera.

La sequía fue severa, pero la excelente administración de José hizo posible que Egipto sobreviviera y que el Faraón prosperara. Cuando llegó el hambre, Jacob envió a los hermanos de José a Egipto para comprar alimento. Al llegar a Egipto trataron directamente con José, pero no lo reconocieron. Esto fue seguido por una serie de intrigas en que José puso a sus hermanos en varias situaciones incómodas (capítulos 43-44), que los terminó llevando a confesar lo que habían hecho con su hermano y así lograron la reconciliación definitiva con su hermano, que analizaremos en este trabajo.

 Pequeño análisis narrativo.

Esta historia está relatada de un modo diferente al que veníamos viendo en el libro del Génesis. La historia de Abraham, por ejemplo, está contada en forma de sagas, como eventos individuales que luego son unidos. Mientras que la historia de José está narrada en forma didáctica de tipo sapiencial. Es una historia lineal.

El texto sobre José a la vez, cumple la función de bisagra que da fin a la etapa patriarcal de la Biblia, y da origen a la alianza de Moisés, al Éxodo.

Esta emigración es clave para la historia ulterior: sirve de telón de fondo al éxodo, por eso la decisión no puede ser humana, pecadora, como fue la de Abrahám (véase Gn, 12,10). Ahora el Señor toma la iniciativa en una visión con oráculo en la que el patriarca es confortado con promesas conocidas: asistencia para el camino y protección en Egipto, providencia que ya había experimentado Jacob, y seguridad de que José, el hijo querido que creía muerto, será quien le cierre los ojos y que un día volverá a la tierra (Gn 46,2-4). Esta última promesa preveía que la permanencia en Egipto sería fecunda: los pocos que eran se convertirían en un gran pueblo[2].

Toda la historia del pueblo de Israel está ligada a la posesión de la Tierra, que es parte de la promesa de Dios a Abraham. Es por eso que es tan importante para el lector comprender por qué de estar en Canaán volvieron a adentrarse en Egipto. Esta historia brinda una respuesta al lector, acerca de cómo había llegado el pueblo de Israel a Egipto. Qué ocurrió antes del éxodo, qué pasó antes para haber llegado a una tierra que los condujo a la esclavitud, a una cruel opresión y toda la historia que está por comenzar a ser contada en el libro posterior.

La historia de José no sólo da una respuesta a este interrogante, sino que muestra que el pueblo de Israel no había llegado a Egipto por desobediencia o infidelidad a Dios, sino que él lo había permitido y  conducido.  Y se ve claramente cuando José afirma, luego de la reconciliación con sus hermanos:

“El designio de Dios ha transformado en bien el mal que ustedes pensaron hacerme, a fin de cumplir lo que hoy se realiza: salvar la vida a un pueblo numeroso.” (Gn. 50.20)

José, lleno de sabiduría, pudo hacer una reflexión de todos los hechos vividos, y vislumbrar la divina providencia.

Dios tiene la capacidad de obtener bien hasta del mayor mal. Y utilizó lo que los hermanos de José hicieron con él, para obtener algo bueno al final de la historia, en un plan mucho más amplio que lo que se podía percibir. Y a través de José, no sólo se salvó el pueblo de Israel de la hambruna sino a todas las personas de sus alrededores que se alimentaron con los bienes que Egipto pudo acumular en los años de abundancia.

 “Sabemos, además, que Dios dispone, todas las cosas para el bien de los que lo aman, de aquellos que Él llamó según su designio” (Rom. 8.28)

En el cierre de este relato, se menciona de forma profética que el pueblo de Israel volverá a Canaán, la tierra prometida, mostrando al pueblo que no ha perdido su tierra:

Finalmente, José dijo a sus hermanos: «Yo estoy a punto de morir, pero Dios los visitará y los llevará de este país a la tierra que prometió con un juramento a Abraham, a Isaac y a Jacob». Luego hizo prestar un juramento a los hijos de Israel, diciéndoles: «Cuando Dios los visite, lleven de aquí mis restos». (Gn.50.24)

José, el bienaventurado.

Como mencionamos en la introducción, la historia de José tiene varias funciones y analizando el texto a la luz del nuevo testamento, a través de las sabias palabras de Jesús, podemos ver cómo la historia es llevada a su plenitud.

En nuestra vida, en el peregrinaje de cada hombre para llegar a la santidad, existen cientos de historias de santos, diferentes para cada gusto y estilo, que nos muestran cómo llevaron a la práctica, a la vida “real”, estos ideales propuestos por Dios.

Historias como las de José, nos marcan claramente ejemplos de la vida cotidiana, de forma práctica. Modelos sobre cómo concretar las enseñanzas de Dios. Comprender qué es lo que Dios nos propone y poder imitar estas actitudes.

A través de estos relatos se nos muestra a la vez, que el modelo de hombre propuesto por Dios es posible. Si bien muchas veces puede resultar un camino duro, hasta a veces una cruz, vemos a lo largo de esta historia, cómo, a través de la confianza en Dios, y siempre y fundamentalmente, con su Gracia, podemos ser ese modelo de hombre que Jesús nos propone y nos muestra con su propia vida.

José tuvo que atravesar muchas cosas para llegar a la reconciliación final. Su vida es un claro ejemplo de cómo fue “creciendo en gracia y sabiduría” y así llegó a ser un modelo de persona para todos los momentos de la historia en que se lea este relato.

José teme al Señor, el cual sigue estando con él en todas sus aventuras;
es el sabio que aconseja a otros y dirige con eficiencia los asuntos
familiares; es fuerte frente a la tentación; es humilde ante la adversidad. [3]

José es el modelo ideal del hombre que Jesús nos invita a ser en el maravilloso sermón del monte. Su recorrido va reflejando situaciones que se le presentaron, pruebas quizás, donde él se mostró firme, fiel a Dios, a sus principios.

Por ejemplo con la insinuación de la esposa de Putifar. Ella intenta seducirlo y José, no cede para ser fiel a su señor. “Mi señor no me controla nada de lo que hay en su casa, y todo cuanto tiene me lo ha confiado. ¿no es él mayor que yo en esta casa? Y sin embargo no me ha vedado absolutamente nada más que a ti misma, por cuanto eres su mujer. ¿cómo entonces voy a hacer este mal tan grande pecando contra Dios?” (Gn. 39.9)

“Ustedes han oído que se dijo: «No cometerás adulterio». Pero yo les digo: El que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón” (Mt. 5. 27)

La mujer se sintió rechazada y lo acusó de abuso ante Putifar, quien lo mandó a la prisión. José, calladamente, del mismo modo que Jesús lo hizo en su camino de la pasión, cual “cordero llevado al matadero”(Is. 53.7),  aceptó silenciosamente esta injusticia.

Y esto tiene relación directa con la bienaventuranza

Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.» (Mt. 5. 10)

Su fidelidad, su honradez, lo llevó a perderlo todo nuevamente. Pero José aceptó su realidad y pasó dos años prisión. Dios utilizó este tiempo para la purificación de José, en su camino de madurez. Este tiempo aislado le permitió a José meditar sobre los hechos de su vida, y forma parte del camino del perdón que llegará a su plenitud en el capítulo 50.

Muchos seres humanos en esta situación podríamos caer en la desesperación. Utilizar quizás esos años de prisión para pensar en una forma de vengarnos (tal como se ve reflejado en la novela El Conde de Montecristo). Pero Jesús nos propone un camino alternativo, “insensato” para el mundo, pero lleno de sabiduría si sabemos comprenderlo y mirarlo desde los ojos de un Dios providente. Y esta confianza de José en la providencia Divina, fue central a lo largo de toda su vida. Que se verá claramente en su análisis retrospectivo al finalizar la narración.

Por eso les digo: No se inquieten por su vida, pensando qué van a comer, ni por su cuerpo, pensando con qué se van a vestido… Busquen primero el Reino y su justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura. No se inquieten por el día de mañana; el mañana se inquietará por sí mismo. A cada día le basta su aflicción.” (Mt. 5. 25) 

Esto fue clave para José y no cayó en la desesperación, sino que en la cárcel aprovechó sus virtudes y pudo lograr cosas positivas, ayudar a los carceleros, y sembrar la semilla que luego lo llevará a ser la mano derecha del faraón.

En todo su recorrido, José fue proyectando sus virtudes, su humildad, su sabiduría. “Y vio su amo que el SEÑOR estaba con él y que el SEÑOR hacía prosperar en su mano todo lo que él hacía” (Gn. 39.6 )

Por sus frutos los reconocerán (Mt. 7.16)

El desafío de la reconciliación

La prueba más desafiante, hacia donde todos estos hechos apuntan, y donde se ponen en práctica muchas características descriptas en las bienaventuranzas, es en el capitulo 50, en la reconciliación final.

Aquí se ponen en juego muchas emociones, muchos sentimientos que inclinarían a cualquier hombre a obrar con venganza, y que por la Gracia de Dios José pudo actuar sabiamente. Y así ser el reflejo perfecto de lo que cada hombre debe aspirar.

Ustedes han oído que se dijo: «Ojo por ojo y diente por diente. Pero yo les digo que no hagan frente al que les hace mal: al contrario, si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, preséntale también la otra. Al que quiere hacerte un juicio para quitarte la túnica, déjale también el manto; y si te exige que lo acompañes un kilómetro, camina dos con él. “ (Mt. 5.38)

La venganza nos convierte en esclavos del mal, en lugar de ser seres libres para elegir lo que queremos hacer. La revancha nos hace depender de las personas que nos hirieron, de sus sufrimientos, en lugar de vivir independientemente de ellos.

José no ignora el mal que le hicieron. Perdonar no es olvidar. Pero a la vez José toma los recaudos posibles para no volver a permitir que lo vuelvan a lastimar. Perdonar no es pretender que algo no pasó, sino exponer la verdad, hacer una honesta confrontación con la realidad. Y ésta no debe ser superficial si el perdón quiere ser sincero.

José ve el ciclo de violencia y de venganza en el mundo y se niega a colaborar en eso. Ve más allá de lo que lo hace la mayoría de las personas y esa sabiduría le permite actuar de forma diferente,  y así logra romper el ciclo del mal.  José ve algo superior a los hechos, y puede percibir la mano de Dios obrando a través de cada acontecimiento.

Y nuestro personaje va aún, un paso más allá, “camina no sólo uno, sino dos kilómetros”. No sólo perdona a sus hermanos, sino que los consuela:

Luego sus hermanos fueron personalmente, se postraron ante él y le dijeron: «Aquí nos tienes: somos tus esclavos».  Pero José les respondió: «No tengan miedo. ¿Acaso yo puedo hacer las veces de Dios?  El designio de Dios ha transformado en bien el mal que ustedes pensaron hacerme, a fin de cumplir lo que hoy se realiza: salvar la vida a un pueblo numeroso. Por eso, no teman. Yo velaré por ustedes y por las personas que están a su cargo». Y los reconfortó, hablándoles afectuosamente. (Gn. 50.18).

El perdón tiene dos caras, la parte Divina, la gracia de Dios que le otorga a José para poder perdonar semejante situación y dolores atravesados, y a la vez se manifiesta como un proceso humano. Tiene etapas que se van desarrollando y van ablandando a la vez el corazón de José.

Para que se lleve a cabo esto, fue necesario tanto el camino de purificación de José, como también él de sus hermanos. A lo largo de esta narración se dan situaciones en la que los hermanos van reflexionando y comprendiendo el gran mal que han hecho. “…surgen los remordimientos: Dios les está pidiendo cuentas de lo que hicieron a José. Rubén se justifica frente a todos. No saben que se están confesando ante su víctima. Es el comienzo de la conversión.” [4]

Estos hechos nos muestran que para recibir el perdón, es central la autorreflexión y el sincero arrepentimiento. Y sólo eso aún no basta, sino que es imprescindible la confesión. Y ante ésta, José se conmueve una vez más, no puede contener las lágrimas y se retira; llora en su soledad al ver que algo ha cambiado. Las lágrimas, motivo tópico que se repite en el texto, rompen la tensión y preparan el reencuentro final.

“La vida los ha enfrentado con su pecado. Al reconocerlo se libran de él: el sufrimiento del justo ha sido recompensado librando a sus hermanos de la culpa….José es el justo inocente, que sufre y que, por su dolor, consigue que otros se salven; su figura está muy cerca de los Cantos del Siervo sufriente (véase Is. 40-55): ambas figuras intentan dar una razón del sufrimiento humano y enseñar que, a través de la desgracia de un individuo inocente, el Señor puede conceder bienes inesperados. Esta verdad debió alcanzar una fuerza tremenda en el destierro de Babilonia, cuando Israel y sus gentes bebieron hasta las heces el cáliz del dolor. “[5]

Al final de la historia nos encontramos con una reflexión que José hace sobre los acontecimientos vividos. Y refleja claramente la providencia divina, y nos ayuda a comprender la forma en que José concibe los hechos de su vida, y por qué puede perdonar una ofensa tan grande, de su propia familia::

 “El designio de Dios ha transformado en bien el mal que ustedes pensaron hacerme, a fin de cumplir lo que hoy se realiza: salvar la vida a un pueblo numeroso.” (Gn. 50.20)

Asimismo, con esta afirmación, al referirse a “un pueblo numeroso”, José evidencia que no sólo fue salvada su propia descendencia, sino también a todos los pueblos que fueron beneficiarios de las provisiones de Egipto. Esto estaría en armonía con el propósito original de Dios de bendecir a través de la descendencia de Abrahán a “todas las familias de la tierras” (Gn. 12:3, etc.). Y José colabora con Dios en este plan majestuoso al haber obrado acorde a su voluntad, y no a la suya.

CONCLUSIÓN

La familia de José y el pueblo de Israel.

La historia de José nos muestra no sólo un modelo de hombre al que debemos aspirar, sino también es a la vez un pequeño reflejo del amor de Dios, de su perdón y de su misericordia.

Si vemos la historia de José y sus hermanos como la historia de la traición, la infidelidad del pueblo de Israel hacia Dios, nos da esperanza al ver que si un hombre pudo perdonar hechos tan atroces, ¿acaso Dios no lo hará también con nosotros? Acaso como pueblo infiel, habiendo llegado al punto de perder la tierra, no podremos volver a unirnos, reconciliarnos y vivir nuevamente fieles a Dios? ¿Reunidos y llenos de abundancia como ocurrió finalmente con la familia de José?

La causa del exilio fue la infidelidad de Israel (cf Re 17) ¿ Le queda a partir de ahí alguna esperanza a Israel? Si, responden los relatos patriarcales, porque  la promesa de la tierra está ligada a una alianza más antigua que la  del Sinaí o la de Oreb, alianza condicionada por la observancia de la ley. Según los relatos patriarcales, la promesa de la tierra esta ligada a una alianza unilateral e incondicional que Dios ha concluido con Abrahan…Sobre este fundamento indestructible se reconstituyó Israel después del exilio.[6]

La historia de reconciliación de José con sus hermanos es un fiel reflejo de esto. Luego de atravesar grandes desafíos, traiciones, infidelidades, al finalizar están todos los hermanos juntos, unidos por ese amor incondicional de sangre. No importaba si su padre, Jacob, moría, ya que no era él quien los mantenía juntos sino algo más grande. Y José fue quien les demostró eso con sus actitudes, otorgándoles la mejor porción de Egipto.  Del mismo que Dios siempre le dio a su pueblo la mejor porción, sus bendiciones realmente incondicionales, y que muchas veces van más allá de la lógica.

La familia de José y sus hermanos, es para los israelitas un modelo a seguir en cuanto a la unión, a pesar de su diversidad de costumbres de cada tribu.  Los hermanos de José se unen luego de confesar su atroz secreto acerca de lo que le había hecho a José. Y luego de esta confesión se restaura su unidad. Del mismo modo que se intenta restaurar la unidad de Israel a la vuelta del exilio.

José, Jesús  y nosotros

Todos en nuestras vidas nos encontramos en momentos de desafíos, circunstancias hasta a veces extremas. Y no podemos entender porqué nos pasan, ni podemos ver más allá de los hechos. Los vemos tan de cerca que no podemos analizarlos y ver más allá de esa situación.

La presencia de Dios en esta historia no es tan explícita del modo que lo fue con los demás patriarcas; con quienes entra en diálogo y aparece en escena.

En este relato, sólo analizando los hechos desde el final hacia el principio, del mismo modo que lo hizo José, podemos ver como Dios fue obrando a través de las circunstancias  y que siempre estuvo junto a José.

¿Cómo nos toca esta situación hoy? Si bien no siempre es evidente la presencia de Dios en cada momento de nuestra vida, en lugar de pensar que estamos solos, que a Dios no le importa, o no quiere intervenir, podemos mirar a José y entender que aunque no lo percibamos, Dios también está presente. Guiándonos de un modo no obvio, pero efectivo. Acomodando todos los acontecimientos para lograr un bien hasta de los momentos más angustiosos que podamos atravesar. Y otorgándonos el don del discernimiento, de la sabiduría, para poder elegir el camino correcto en nuestro propio peregrinaje en el camino a la santidad.

José nos sirve de ejemplo en la confianza en Dios, de su providencia. Él no se desesperó ni perdió la esperanza. Y actuó en consecuencia a eso. Actuó con obediencia a Dios.

Su sabiduría le permitió ver la realidad invisible de los hechos visibles.

Detrás de todo lo que sucedió siempre estuvo Dios trazando un plan. Y José supo confiar y darle paso, dejarlo obrar a través de él.

El perdón y la reconciliación son centrales en la vida de cada cristiano, de cada persona. José y sus acciones son una muestra clara de cómo debemos perdonar para poder rezar cada día honestamente de corazón “perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”.

Sólo la Gracia de Dios nos permite transformarnos en el modelo de hombre que Él nos propone ser. Pidámosle que nos de lo que necesitamos para convertirnos en la persona para la que fuimos creados.

Bibliografía:

Alonso Shokel, Luis – Biblia del peregrino. Pentateuco.

Brown, Raymond  – Comentario bíblico San Jerónimo.

Comentario al antiguo testamento. La casa de la Biblia.

J.L Ska sj. Los enigmas del Pasado.

Von Rad, Gerhard – Teología del Antiguo Testamento 01.

[1] Comentario al antiguo testamento. La casa de la Biblia.

[2] Comentario al antiguo testamento. La casa de la Biblia

[3] Brown, Raymond  – Comentario bíblico San Jerónimo.

[4] Comentario al antiguo testamento. La casa de la Biblia.

[5] Comentario al antiguo testamento. La casa de la Biblia.

[6] Los enigmas del Pasado, J.L Ska sj.

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