monasterio-haifa-carmelitaA continuación copio un artículo que escribió y me envió una monja Carmelita que está en el Monasterio del Monte Carmelo en Haifa.  Cada párrafo me parece imperdible.

En una parte dice esto:

«un cristiano, mientras más profundiza su lazo con el mundo judío más descubre su propia identidad cristiana. «
Y yo, desde mi perspectiva judía-católica le agrego este comentario:

Del mismo modo ocurre esto con el judío que descubre que la promesa de Dios fue cumplida, y encuentra esta celebración dentro de la Iglesia Católica y la transmisión y presencia misma de Dios a través de los sacramentos. El judío descubre y profundiza su judaísmo, entendiendo el porqué de su existencia y el maravilloso privilegio de pertenecer al pueblo que Dios eligió para enviar al Mesías.

Aquí, el artículo:

Introducción

En estas líneas vamos a intentar expresar simplemente una realidad que vivimos como monjas carmelitas, hijas de Santa Teresa, en la montaña santa del Carmelo. Nuestro monasterio está situado en la parte alta de esta cadena montañosa que es el Monte Carmelo, en un barrio residencial judío en la ciudad de Haifa, en el norte de Israel. Esta es una hermosa ciudad, bañada por el Mar mediterráneo; una ciudad modelo de tolerancia, donde conviven pacíficamente las tres religiones monoteístas: judíos, musulmanes y cristianos. Sobre esta montaña santa nació nuestra Orden del Carmen, de los Hermanos de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo. Hacia este monte miró Teresa de Ávila con los ojos del corazón cuando emprendió su aventura de fundar palomarcitos que vivieran según la Regla Primitiva, dada por San Alberto, Patriarca de Jerusalén, precisamente aquí en el Monte Carmelo. Y hacia este monte mira también Juan de la cruz al trazar el itinerario del orante en la Subida del Monte Carmelo…

Estamos en el monte de Elías, la principal morada del profeta de fuego que con su oración eliminó  a los profetas de Baal y también con la fuerza de su súplica silenciosa puso fin a la sequía…  Este es ya un primer punto de encuentro; en un lugar, escenario de importantes acontecimientos en la historia del Pueblo de Israel y lugar paradigmático del encuentro con Dios. Aquí oran los creyentes judíos, musulmanes y cristianos en  sinagogas, mezquitas y basílicas. Se puede escuchar el sonido del Shofar[1] en las grandes celebraciones judías así como el sonar de campanas en nuestras celebraciones. Esta presencia en la diversidad nos invita a ensanchar nuestros corazones abriendo nuestros horizontes a una universalidad que vas más allá de las fronteras de la Iglesia visible, haciéndonos entrar en el amor universal de Dios por la humanidad. Un amor que se hace gesto concreto al mantener nuestra puerta abierta para acoger al que se acerca, sin mirar su credo, un amor que se hace oración  respetuosa y cercana.

 

¿De qué manera podemos hablar de dialogo con nuestros hermanos judíos desde nuestra vida contemplativa?

Brevemente es importante establecer la fisonomía de los componentes de este diálogo para comprender si lo hay, de qué manera se realiza.  La vida contemplativa en la Iglesia Católica define a las personas que, respondiendo a un llamado del Señor se consagran exclusivamente a la búsqueda de lo esencial, es decir,  a la búsqueda de Dios, viviendo de la escucha y obediencia a  su Palabra, haciendo de la vida una continua alabanza al Creador, una oración que intercede ante Dios por todos y que lo contempla en la vida y en las personas, sin dejar ninguna realidad que no sea al mismo tiempo lugar de encuentro con Dios.

Las carmelitas vivimos esta vocación en pequeñas comunidades, no más de veinte monjas para constituir una especie de familia reunida en el Nombre del Señor, marcadas por la armonía entre soledad, silencio y vida fraterna, trabajando al interior del monasterio para ganar nuestro pan de cada día, en solidaridad con nuestros hermanos y hermanas que dan gloria al Señor viviendo en una familia. Es una vida marcada por la pobreza y sencillez en nuestro estilo de vida; “pobre, obediente y casta siguiendo el ejemplo de Jesús”[2]. Conservamos la  organización querida por Santa Teresa, nuestra Madre, es decir igualitaria[3] y democrática, es el capítulo del monasterio el que elige a la priora; con comunidad de bienes y servicios donde todo es común y puesto al servicio del grupo. Cuando amigos judíos conocen un poco más nuestra forma de vida, la asimilan a la vida de un singular kibutz.[4]

Por otra parte los judíos en Israel son una gama bien coloreada de matices diversos. Israel tiene 8,3 millones de habitantes de los cuales 74,9% son judíos, solo el 2% de la población es cristiana[5].  Sin entrar en detalles podemos decir que hay desde los más religiosos y ortodoxos, pasando por los que han hecho un camino de apertura, los renovados que entre otras cosas aceptan mujeres como ‘rabinas’, los mesiánicos que siendo judíos creen en Jesús[6] y los de tendencia más “laica” que sin ser religiosos son herederos de la tradición de sus padres. Hay también la corriente mística, como la Cábala y el Hasidismo.

En el caso de los judíos mesiánicos, aunque ellos siguen considerándose judíos la comunidad judía no los reconoce como tales.[7]

Sentido de una “misión”.

Cada monasterio, además de la pertenencia a una Orden, tiene una misión específica dentro de una Iglesia particular que es también parte de su identidad. Aquello en lo que las monjas ponen todo su empeño, sus trabajos, sacrificios, sus alegrías y que da sentido a esa presencia vigilante ante el Señor. En nuestro caso, la comunidad fundadora del monasterio, (monjas venidas de Francia), recibió del Papa León XIII  el 27 de agosto de 1887, la misión[8] que anima la vida de la comunidad hasta hoy, misión que fue confirmada también por el Santo Papa Juan Pablo II:

“Orar para que las iglesias todavía separadas lleguen a la plena unión en Cristo,

orar para que el Pueblo Judío crezca en fidelidad a su vocación de Pueblo elegido, testimonio de Dios Uno;

y orar por la cercanía fraterna entre todos”.

Por tanto, además de la vocación que une a todas las carmelitas en el mundo entero, nuestra misión se extiende por una parte a la oración por la reconciliación de los corazones, por la unidad de todos los creyentes en Cristo, es decir entre las trece iglesias de confesiones y ritos diferentes que hay en Tierra Santa, por la fraternidad entre todos;  y por otra parte nuestra relación con el pueblo judío, el Pueblo constituido por la perenne e irrevocable Alianza de Dios. Una relación del todo peculiar, ya que “el Cristianismo, desde sus raíces, está conectado con el Judaísmo como con ninguna otra religión… un diálogo interior a la Iglesia misma, como si fuera entre la primera y segunda parte de nuestra Biblia».[9]

En el transcurso de nuestros ya 123 años de historia son innumerables los testimonios que acreditan la preocupación de las monjas por alimentar la apertura del corazón hacia el pueblo elegido. Nos sentimos herederas de esta venerable tradición, ya tenemos 35 hermanas en el Carmelo del cielo, agradecemos al Señor por esa entrega silenciosa y fecunda, oculta a los ojos del mundo y recordamos aquí la oración que ellas hicieron al bendecir la primera piedra de este monasterio: “Bendice Señor esta casa que se eleva en vuestro Nombre y a todos los que vendrán a este lugar, escucha su oración que elevamos al trono de vuestra gloria”.[10] Un pequeño homenaje in memoriam sobre todo a las que ofrecieron su vida por el Pueblo de Israel y que solo Dios conoce…

Visitas, encuentros, intercambios con personas que a lo largo de los años han llegado a ser amigos de la comunidad, con quienes mantenemos una relación de cercanía y sencillez; no es un dialogo teológico ni mucho menos académico, es el simple compartir  desde nuestra común humanidad, dialogo hecho de respeto mutuo, porque no decir, de admiración y de fidelidad en la búsqueda de Dios. De interés por conocer el mundo religioso del otro. Cada año recibimos grupos judíos que en el marco de cursos de formación vienen a conocer el mundo religioso de un monasterio, siendo una experiencia de enriquecimiento mutuo.

Experiencia profundamente positiva y cada vez más frecuente dentro de lo que  permite nuestra vida contemplativa. Con la globalización de las comunicaciones y el mundo digital los altos muros de nuestro monasterio se han hecho transparentes como el cristal, -según la célebre expresión de Paulo VI- “que vuestros muros sean de cristal”[11]  y con alegría y sorpresa la gente  descubre rostros sonrientes que acogen, escuchan, que dan una palabra de alivio, ofrecen una oración…

Particularmente importante ha sido para nosotras la invitación del Papa Francisco para armonizar nuestra vocación contemplativa con la apertura al mundo: “Siempre es importante la relación con el mundo, saber qué sucede, porque vuestra vocación no es un refugio; es ir justamente al campo de batalla, es lucha, es tocar al corazón del Señor por esa ciudad. Así como Moisés que tenía las manos en alto, mientras el pueblo combatía (Cf Ex 17,8-13)… y todo con una sonrisa, ¡la sonrisa de la monja abre el corazón!”.[12]

Al punto de sentirnos nosotras mismas parte del Pueblo de la Alianza, viviendo de la Palabra y acogiéndola cada día. Una hermana de nuestra comunidad dice: “Israel resuena en mis entrañas, está en mi genealogía de hija de Abraham, padre de la promesa. Israel es la cumbre de mis alegrías… Vivir mi vida de carmelita aquí es como volver al origen, allí donde todo comienza en la historia del encuentro del hombre con Dios: Shema Israel… escucha Israel: el Señor es nuestro Dios, el Señor es uno solo. Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas  tus fuerzas…”  Dt 6,4-5

Hacia una cultura del encuentro

Con gozo hemos recibido el último documento sobre el dialogo entre católicos y judíos,[13] creemos que hay mucho por hacer, que la tarea recién comienza y que bien podemos incentivar hacia una cultura del encuentro, justamente en esta Tierra Santa donde confluyen tantas culturas. Solamente las familias de emigrantes judíos en Israel pertenecen aproximadamente a 175 etnias diferentes. Y sin ir más lejos,  nuestra propia comunidad es cosmopolita, está formada por 18 monjas provenientes de once países: Italia, Israel, Japón, Madagascar, Croacia, Brasil, Mali, Corea,  Chile, Perú y Jordania. Hacemos diariamente la experiencia de abrirnos a la comunión en la diversidad apoyadas en la convicción profunda de que es el Espíritu, la Ruaj hakodesh el artífice de la unidad.

¿Cómo nos ven? Aquí las palabras de una amiga judía, Bluma, profesora emérita de la Universidad de Haifa: “Yo sabía desde siempre que existía en Haifa un monasterio de Carmelitas, pero a las hermanas yo las conocí solo este año. Encontré allí un grupo de hermanas de nacionalidades diversas y de diversos países, lo que me hizo pensar inmediatamente en San Pablo: su búsqueda de universalidad, esto se realiza en Haifa. El cristianismo, el “hermano menor” del judaísmo, – por tomar las palabras de Juan Pablo II al llamarnos “hermanos mayores” – ha llevado la fe a todo el mundo. Las monjas del Carmelo me recuerdan con alegría que las resoluciones del Vaticano II, y sobre todo el histórico documento Nostra Aetate, ha hecho  camino en los estamentos más diversos de la Iglesia… Encontrar a las carmelitas, significa para mí personalmente continuar el dialogo, porque solo esto da frutos. Raíces y ramas  inseparablemente, por siempre”.

Nos conmueve profundamente su comprensión, su lucidez al compartir  también otros temas y nos anima en este deseo de crecer hacia el encuentro con la población local.  Nuestra comunidad ha tenido la preocupación constante a lo largo de su historia por el aprendizaje de  lenguas y en especial del hebreo, una opción no sin dificultad.  Estamos convencidas que  expresión fundamental de una determinada cultura es la lengua, de ahí nuestro interés, aun cuando en comunidad hablamos francés debido a que la fundación de los carmelos en Israel ha venido de Francia, tratamos de integrar elementos en la lengua nativa tanto de nuestras hermanas, como también en árabe y hebreo, la lengua de los dos pueblos que habitan la Tierra Santa.

Una de nuestras hermanas mayores, cuenta acerca de este itinerario: “Cuando yo llegué a la comunidad en el año 68, vimos la urgencia de aprender hebreo. Dos padres carmelitas venidos del judaísmo nos iniciaron tanto a los temas referentes al judaísmo como a la lengua hebrea. Una amiga judía salvada de Auswitch, nos regaló la primera Biblia en hebreo. Posteriormente comenzamos a introducir en la liturgia algunos elementos en hebreo, así también  aprendimos a celebrar la Santa Misa en hebreo con ocasión de alguna festividad particular. Desde entonces, hemos mantenido esta tradición, que según nuestro conocimiento, somos el único monasterio que puede orar regularmente en la liturgia algún elemento en hebreo. Es una gran alegría para nosotras, siendo el lenguaje de la Biblia que nos une a nuestros hermanos judíos y a la oración del mismo Jesús”. Ahora cada monja que llega a nuestro monasterio recibe una versión de la Biblia en hebreo…

Conscientes de que “la primera meta del diálogo es profundizar en el conocimiento recíproco entre Judíos y Cristianos porque sólo se puede aprender a amar lo que gradualmente ha llegado a conocerse, y sólo se puede conocer de verdad y con profundidad lo que se ama”,[14] avanzamos por este camino sin cansarnos, animadas por el reconfortante testimonio de una de nuestras amigas judías: cada vez que nos visita participa con nosotros en  la Liturgia de las Horas, rezando los Salmos y el Padrenuestro que son también parte de su oración diaria.

Aquí el testimonio de Maya: “Conozco  a las carmelitas hace cuatro años, cuando vine al monasterio por primera vez pensé que molestaría con mis preguntas de todo tipo, pero desde el inicio me sentí acogida y comenzamos una mutua amistad, siendo yo judía. Hablamos de todo, religión, la vida, la familia y la Tierra Santa, también conocen a mi familia y yo sé que ellas no quieren que yo me haga cristiana sino que siga siendo lo que soy. Ellas son muy importantes para mí y yo sé que  tengo  casa y refugio en Haifa… Además con mucha sorpresa de mi parte, descubrí que ellas comienzan la oración[15] de la misma manera en que lo hacemos los judíos: “Señor, abre mis labios para que mi boca cante tu alabanza” – יהוה שפתי תפתח ופי יגיד תהילתך tehillin 51:17. Y se inclinan al Nombre del eterno igual que nosotros… ”

Es así como en la cotidianeidad nos sentimos en profunda comunión, experimentando lo que ya decía el Papa Juan Pablo II: «La religión Judía no nos es ‘extrínseca’, sino que en cierto modo, es ‘intrínseca’ a nuestra religión. Por tanto tenemos con ella relaciones que no tenemos con ninguna otra religión. Sois nuestros hermanos predilectos y en cierto modo se podría decir nuestros hermanos mayores»[16]Estas palabras son de una fuerza impresionante, no sé si las hemos asimilado como Iglesia. Su mensaje es claro: la relación con Israel pertenece a nuestra  identidad cristiana; en otras palabras, por el hecho mismo de ser bautizados nos encontramos en relación al pueblo de la primera alianza. Esta afirmación del Papa muestra que tal relación es constitutiva,  toca a la eclesiología y a la cristología. Sería interesante seguir la pista de esta afirmación, que por lo demás han hecho suya  sus sucesores, para ver cuánto hemos asimilado esta enseñanza y ver cuáles son las dificultades que todavía no nos permiten acoger esta verdad. Para nosotros es evidente que mientras más profundizamos nuestro lazo con el mundo judío más descubrimos nuestra propia identidad cristiana.

Llegados a este punto me parece necesario precisar que con todo lo dicho, no significa que no tengamos diferencias. Las diferencias están y ellas permiten justamente la complementariedad. Del Pueblo de Israel hemos recibido el Antiguo Testamento, Jesús, nuestro Señor, fue judío de madre judia; perteneció a una familia judía y su vida se inscribe en el marco de la Ley: fue circuncidado y presentado al templo; fue formado según la observancia de la Ley, iba a la sinagoga el shabat  (Lc 14,16) y sus días se desarrollaron al ritmo de las peregrinaciones y fiestas.

Según la Ley tres veces al año los varones se presentarán ante el Señor, esto es peregrinando a Jerusalén (Ex 23,17; 34,23; Dt 16,16ss): Pesaj, que conmemora la salida de Egipto y la liberación de Israel; Shavuot, siete semanas después de Pesaj, es el pentecostés judío, conmemora la entrega de la Torá por parte de Dios a Moisés, en el Monte Sinaí; y Sukot, la fiesta de las tiendas, rememora las vicisitudes del pueblo judío durante su deambular por el desierto, y la precariedad de sus condiciones materiales simbolizada por el precepto de morar en una cabaña provisoria o sucá. Hasta hoy en los barrios judíos es posible ver las cabañas en el jardín de casa durante Sukot y habitar allí durante los días de esa conmemoración. Esta fiesta termina con simja Torah, la alegría de la Tora. En el octavo día de Sucot se lee el último trozo de la Tora, entonces se sacan todas las Tora del arca y se danza con ella como si fuera la danza entre esposo y esposa, cantando y bailando toda la noche. A los niños se les da dulces para ensenarles que “los mandatos del Señor son más dulces que la miel”. Es la fiesta más alegre para los judíos y es una verdadera fiesta verlos danzar, niños, jóvenes y viejos.

Todo esto nos permite comprender mejor el contexto en que vivió el Señor y la Iglesia primitiva. El mismo dice que no vino a abolir la ley sino a darle cumplimiento. [17]Un detalle, incluso Marcos (Mc 5,56) evoca la franja de su manto, según el mandamiento de Moisés en Nm 15,37 para los judíos varones. No cabe duda que también vestía como un judío observante.

Gran parte de sus discípulos provenían también del judaísmo y la ekklesia original era judía.[18] Por otra parte, el doble mandamiento del amor a Dios y al prójimo fundamental para judíos y cristianos se encuentra en la Torá, para ambas tradiciones y en ello se resume toda la Ley. Los grandes temas de nuestra teología nos son comunes, tales como la creación, la elección, la justificación, el pecado y la ley, la espera mesiánica, la instauración del Reino de Dios…

Mientras hacemos camino, judíos y cristianos hacia una tierra que no pertenece a la geografía de este mundo, visualizamos  tres elementos que nos permiten mantener el ritmo de la marcha:

 

  1. La escucha de la Palabra,
  2. la memoria de la Alianza y
  3. la santidad de vida.

 

  1. La escucha de la Palabra

La escucha de la Palabra de Dios, la obediencia a esta Palabra y su puesta en práctica son actitudes bíblicas fundamentales, comunes a judíos y cristianos.  Aun cuando podemos tener motivaciones y concreciones diversas, la Palabra conforma nuestra existencia, y la de nuestras comunidades poniéndola en un horizonte que trasciende y relativiza las realidades de este mundo.  Dejándonos habitar por ella hasta llegar a ser nosotras mismas palabra… “Escucha Israel…“,  sigue siendo la interpelación cotidiana de una monja que quiere vivir la primacía de Dios en todo, testimonio del Absoluto.  Por otra parte el Shema entre los judíos se recita cuatro veces al día y  es la primera oración que se enseña a un niño… De esta manera, podemos decir que  todos nos dejamos modelar por la mano poderosa de Dios, como aquella  mañana de la creación en que YHVH al contemplar su obra dijo: ihie ioter tov… (Gn 1,31)

Para nosotros es una alegría profunda poder orar aquí en Tierra Santa con la Escritura[19] que nos entrelaza como hijos de un mismo Padre. Como todas las comunidades de estilo monástico, nos reunimos siete veces al día para la oración coral, la oración comunitaria,[20]cantamos los salmos, sintiéndonos parte de esa otra gran asamblea invisible de todos nuestros hermanos judíos que aquí y en la diáspora se orientan hacia Jerusalén, para alabar al Tres veces Santo, baruj ata Adonai, melej haolam… Bendito eres tú, Señor, Rey del Universo, es la fórmula común de las bendiciones que se rezan muchas veces al día e indica no sólo que Dios es bendito sino la fuente de todas las bendiciones…

El Papa Francisco, que tiene una gran sensibilidad hacia el judaísmo especialmente por su apertura y colaboración como obispo de Buenos Aires, así describe la relación con los judíos: “La Iglesia, que comparte con el Judaísmo una parte importante de las Sagradas Escrituras, considera al pueblo de la Alianza y su fe como una raíz sagrada de la propia identidad cristiana (cf. Rm 11,16-18). Los cristianos no podemos considerar al Judaísmo como una religión ajena, ni incluimos a los judíos entre aquellos llamados a dejar los ídolos para convertirse al verdadero Dios (cf. 1 Ts 1,9). Creemos junto con ellos en el único Dios que actúa en la historia, y acogemos con ellos la común Palabra revelada.”[21]

Dios sigue obrando en el pueblo de la Antigua Alianza, esto no se limita a un periodo de tiempo arcan; sigue actuando hoy y provoca tesoros de sabiduría que brotan de su encuentro con la Palabra divina. Por eso, la Iglesia también se enriquece cuando recoge los valores del Judaísmo… y creemos que también el judaísmo se enriquece con el cristianismo,  pensamos sobre todo en las investigaciones históricas y exegéticas de los primeros siglos de nuestra era, en los descubrimientos arqueológicos aquí en Tierra Santa, que aportan importantes datos sobre el judaísmo de esa época.[22] Y por qué no pensar que hay todavía un camino por hacer en la colaboración mutua…

En este camino abierto de colaboración hemos tenido algunas experiencias muy enriquecedoras, ponemos un ejemplo. Hace un tiempo hicimos un trabajo conjunto con la Universidad de Haifa compartiendo nuestro archivo de fotos inéditas, porque son testimonio de un periodo importante de la historia de esta ciudad. Hay mucho interés en recuperar la memoria histórica, justamente porque estamos en una zona que ha estado bajo el poder de distintas autoridades. Nuestras primeras hermanas vivieron esto y algo de ello encontramos consignado en la Crónica de la comunidad que abarca varios volúmenes. De hecho el primer monasterio estaba ubicado en el plan de la ciudad (desde 1937 estamos sobre la montaña del Carmelo), actualmente es parte del edificio que alberga el segundo hospital más importante en Israel.[23]

Otro proyecto anterior fue la colaboración para la realización de una tesis doctoral en historia, justamente sobre la construcción del  edificio y significado  de nuestro  primer monasterio, el libro se llama The Monastery of Zaourah, del profesor E. Levi quien tiene un gran aprecio por nuestra comunidad. Durante años trajo a sus alumnos para que conocieran acerca de nuestra vida.

Otra dimensión de esta cercanía podríamos situarla a propósito de las celebraciones litúrgicas.  Para las grandes celebraciones nuestras, Pascua y Navidad, recibimos saludos de nuestros amigos judíos que se unen a nuestra alegría. Incluso hay algunos que participan en la santa Misa con nosotras como un gesto de proximidad y amistad. Por nuestra parte, procuramos acompañar sus fiestas con alguna lectura acerca de su sentido, esto nos permite crecer en el conocimiento mutuo, así  comprendemos mejor el mensaje de la tradición apostólica y  descubrimos los numerosos enlaces entre los creyentes de la primera y nueva alianza, al punto que nos parece que conocer la vida litúrgica de Israel es una necesidad vital.  En estas ocasiones hacemos intercambio de saludos, sobre todo por Pesaj (Pascua judía), durante esa semana de los ácimos también nosotras comemos matzot. Todos sabemos la relación intrínseca que hay entre la Pascua judía y la Pascua cristiana.

Para Iom Kipur, nuestra manera de unirnos es silenciando las campanas  por respeto al día más sagrado del año judío, el día del perdón. Como leemos en el libro del Éxodo (36) luego del pecado del becerro de oro, Moisés  rogó a Dios que perdonara al pueblo. Finalmente en Iom Kipur, la expiación fue conseguida y Moisés bajó el segundo conjunto de Tablas desde el Monte Sinaí. En Levítico 16,30-31, la prescripción perpetua de dedicar este día a la expiación y ayuno por los pecados de los hijos de Israel una vez al año.

La última fiesta judía del año, es la conmemoración de la Dedicación del Templo de Jerusalén en tiempos de los Macabeos, la fiesta de Januka, para esta ocasión encendemos también  la janukia y recordamos el milagro de la luz.

 

  1. La  memoria de la alianza

Aquí los dos elementos son importantes de resaltar. El “hacer memoria” y la “alianza”. Según la revelación bíblica, la intervención divina en la historia de la humanidad pasa por la elección de un pueblo. Dios elige, y mantiene su decisión con una  fidelidad irrevocable. Dios se compromete con este pueblo sin mérito alguno por parte de su elegido sellando una  alianza con él. Este es el acontecimiento fundante de Israel, el pueblo se constituye a partir de la berit (alianza), una relación de vida entre Dios y los hombres, fundada sobre el amor electivo y unilateral divino pero que exige reciprocidad. Un misterio de gracia en que Dios soberanamente libre, se comunica eligiendo a un grupo de hombres y los hace participes de su gracia y herederos de sus promesas.

El tema de la alianza es capital tanto para judíos como para cristianos. Nuestra vida gira diariamente entorno a la nueva alianza sellada en la sangre del cordero para redención de muchos, es nuestra Eucaristía, memorial de la Pasión del Señor… Por la intrínseca relación entre el evento de la cruz y la eucaristía, para nosotros la cruz es el tálamo nupcial donde se sellan las bodas tanto tiempo prefiguradas, preanunciadas en ese largo y paciente camino de la  antigua alianza. En la última cena, el Señor, antes de ser entregado a la muerte, tomando el cáliz lo da a sus discípulos, diciendo: «Esta es mi sangre, la sangre de la alianza, que será derramada por la multitud» (Mc 14,24). La sangre de los animales del Sinaí (Ex 24,8) se sustituye por la sangre de Cristo, que realiza eficazmente la alianza definitiva entre Dios y los hombres (Hb 9,11-27; 10,11-14). Gracias a la sangre de Jesús será cambiado el corazón del hombre y le será dado el Espíritu de Dios (Jn 7,37-39; Rin 5,5; 8,4-16). La nueva alianza se consumará en las nupcias del Cordero y la Iglesia, su esposa (Ap 21,2.9).

Balthasar desarrolla este tema de manera magistral e insuperable cuando dice que “toda la antigua alianza llega a ser un preludio único del Triduum mortis”.[24] Una sola línea desde el Sinaí al Gólgota…

Recordemos a grandes rasgos los antecedentes de la antigua alianza, veremos que la línea conductora es siempre la misma: Dios elige a una persona con  perspectiva universal y en todos los casos la exigencia es siempre la misma: la obediencia. El caso de Noé (Gn 9,9.11-12; 6,18) contigo estableceré mi alianza que se extiende a toda la creación, cuyo señal es el arco iris. La exigencia de obediencia es: construir el arca en tierra seca… Noé, el hombre justo hizo todo lo que había mandado Dios. Sigue la alianza con  Abraham (Gn 17,10) cuya señal es la circuncisión: «Esta es la alianza que habréis de guardar, una alianza entre yo y vosotros y tus descendientes…”  Abraham da razón a Dios en todo, en la más completa disponibilidad y obediencia son las características de nuestro padre en la fe, aquí la universalidad queda de manifiesto: …”Bendeciré a quienes te bendigan… por ti bendeciré a todos los linajes de la tierra” (Gn 12,3). Moisés y su rol central de mediador (Ex 19-24). «Si escucháis mi voz y observáis mi alianza, seréis mi propiedad entre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra, pero vosotros seréis para mí un reino de sacerdotes y una nación consagrada» (Ex 19,5).

El motivo de la elección no es otro que «porque el Señor os ama» (Dt 7,8). «Cuando el día de mañana te pregunte tu hijo: ¿Qué significan esas normas, esas leyes y decretos que os mandó Yahveh, nuestro Dios?, responderás a tu hijo: Éramos esclavos del Faraón y Yahveh nos sacó de Egipto con mano fuerte. Yahveh realizó ante nuestros ojos señales y prodigios grandes en Egipto, contra Faraón y toda su casa. Y a nosotros nos sacó de allí para entregarnos la tierra prometida a nuestros padres. Y nos mandó cumplir todos estos mandamientos…, para que fuéramos felices siempre y para que vivamos como el día de hoy» (Dt 6,20-25).

De todos los relatos, la expresión más pura de la alianza  la encontramos en Dt 7,6-7: “Porque tú eres un pueblo consagrado a YHVH tu Dios; él te ha elegido a ti para que seas el pueblo de su propiedad personal entre todos los pueblos que hay sobre la haz de la tierra. No porque seáis el más numeroso de todos los pueblos se ha prendado YHVH de vosotros y os ha elegido, pues sois el menos numeroso de todos los pueblos”. La pequeñez de Israel contrasta con la grandeza de la elección, sólo por amor…

Esta es la Alianza entre Dios e Israel nunca revocada, Israel permanece el pueblo elegido de Dios. Esta afirmación es una constante en el magisterio de la Iglesia en materia de judaísmo  desde el programático n 4 de Nostra Aetate, del concilio Vaticano II hasta nuestros días.

Sin embargo, la elección es siempre asimétrica, no hace de Israel un pueblo modelo, será siempre entre un Dios fiel y un pueblo infiel, de dura cerviz que se obstina en traicionar la alianza, apartándose de esta relación única inscrita en su carne… Baste como ejemplo, el balance que hace el libro de los Reyes sobre las infidelidades de los reyes de Israel y de Judá. [25] La obediencia a la alianza debe ser total, porque solo obedeciendo el hombre deja que Dios disponga de él. La desobediencia es castigada duramente: Moisés no vera la tierra, Saúl opone la obediencia a la magia.

Es aquí  donde la alianza se muestra paradigmática, cada uno puede reconocer en este drama su propia existencia, con la convicción profunda que esta historia de obediencia – desobediencia o de fidelidad – infidelidad continua, porque Dios es fiel a su Palabra…Israel es el recuerdo permanente de esta realidad para todos los pueblos, como cabeza de naciones. Así la fidelidad de Dios con su pueblo es  la prenda de fidelidad   con cada uno de nosotros. La teología de la alianza en definitiva, nos recuerda esto, que la salvación viene de Dios, es El quien toma la iniciativa, El es misericordia, justicia, es fidelidad… En este contexto comprendemos la exigencia de hacer memoria: “soy yo que te saqué de la tierra de Egipto…” (Ex 20,2)

Esta memoria encuentra su máxima expresión en el calendario litúrgico, como lo es también para nosotros que vivimos haciendo memoria para actualizar las maravillas que Dios ha realizado. Anteriormente  mencionamos las celebraciones más importantes, que marcan concretamente la vida de Israel hasta hoy. Viviendo en Tierra Santa es imposible sustraerse a este ritmo, los días de solemnidades son  no laborales y al menos desde el punto de vista de las instituciones hay un gran respeto. Aun cuando hay laicismo, es una sociedad estructurada por la religión.  Ya la tradición deuteronómica insistía en el carácter nacional de estas celebraciones de Israel, por ejemplo Dt 16, todo Israel es convocado delante del Señor a Jerusalén, también los jóvenes, esclavos, inmigrantes…

La memoria está estrechamente ligada a la identidad, en cada celebración se hace memoria de la obra del Señor en su historia, esto les mantiene en un estrecho contacto con la Escritura, es historia santa destinada a ser conmemorada de generación en generación. Por tanto es un gran factor de unidad y cohesión. Este es un gran valor del cual también nosotros somos herederos. Para cristianos y judíos la religión marca el ritmo del tiempo, vivimos bendiciendo al Señor por su obra y recordando una y otra vez las maravillas que Él ha realizado, realiza también hoy y realizará en el futuro.

En el Israel actual hay también lo que se llama el día de la memoria, «Iom Hazikarón»  es observado durante 24 horas en la fecha hebrea del 4 del mes de Iyar,[26] una semana después del Día del Holocausto y dos semanas después de Pesaj.  Es un día solemne de ceremonias civiles, militares y religiosas, en los campamentos militares, escuelas, sinagogas y lugares públicos. Día dedicado a la memoria de los caídos en las guerras de Israel. Las banderas son izadas a media asta y durante la mañana, todo el país guarda silencio durante dos minutos. El transporte público hace un alto. La gente se detiene en el lugar donde se encuentra. Toda acción se suspende en esos dos largos minutos, para hacer memoria de un  pasado doloroso. Nosotras nos unimos desde el monasterio…

Otro lugar de la memoria es Yad Vashem (en hebreo יָד וָשֵׁם‎), en Jerusalén. Es  la institución oficial israelí constituida en memoria de las víctimas del Holocausto. Todas  hemos visitado este lugar como signo de solidaridad con ese momento tan duro de la historia judía.[27] Su nombre proviene de las palabras del profeta Isaías: «“Yo les daré lugar en Mi casa y dentro de Mis muros […]. Les daré un nombre eterno[un “yad vashem”], que nunca será olvidado.» (Isaías 56,5).

La Iglesia nos ha pedido tomar conciencia renovada de las raíces judías de nuestra fe,[28] por eso tenemos esa preocupación constante de renovarnos, de privilegiar la lectura orante de la Palabra; de hacer memoria de lo que Dios ha hecho con nosotras y con nuestra comunidad. Una de nuestras hermanas trae a la memoria  los primeros días de nuestro monasterio y cuenta: “Hacer memoria es una de las constantes del judaísmo, con gozo seguimos esta huella para agradecer a Dios del don que ha hecho a nuestra comunidad de estar estrechamente ligada a la elección de su pueblo. La fundación de nuestro monasterio data del 1 de enero de 1892, veinte años de preparación le precedieron…  tiempo de ardiente deseo de llegar a la tierra prometida y a la cuna de nuestra Orden. El Señor dispuso que en esa espera aparecieran los padres José y Agustín Lemann, gemelos judíos convertidos al cristianismo, sacerdotes de la diócesis de Lyon, que fueron quienes apoyaron el proyecto consiguiendo todos los permisos necesarios en Roma; con gratitud constatamos que ya nuestra pre historia  estaba marcada  por lo que sería nuestra misión de orar por la reconciliación de los corazones y para que el pueblo de la primera alianza  sea fiel a su vocación de pueblo elegido”.

 

 

  1. La santidad de vida, los mitsvot.

La santidad de vida es una dimensión esencial de la vida judía y cristiana, caminar en la presencia del Señor es nuestra meta común, «Sed santos porque yo, el Señor, vuestro Dios, soy santo». (Lev 19,2)

Es también una exigencia de la alianza. Los mandamientos, mitsvot, dados por Dios a Moisés en el Sinaí, sintetizan este itinerario que abarca todas las dimensiones de  la vida humana, son una regla de vida,  la base ética y legal de la historia  y cultura judía. Este conjunto de prácticas se hizo más explícito y aplicable en el curso de los siglos mediante la Halakah rabínica, es decir, por la guía interpretativa de los maestros de las tradiciones jurídicas del judaísmo. Ella, en efecto, dio lugar a un conjunto de normas, costumbres y tradiciones encaminadas a estimular en el judío la aplicación y la práctica de la Qedusah (santidad).

Para los judíos toda la Tora (Pentateuco) contiene en sí los 613 preceptos,  aunque  de estos no todos están vigentes hoy día porque ya no hay templo ni sacrificios… Sin embargo sigue siendo el elemento que unifica y  sostiene su vida. Aquí entra todo: oraciones, bendiciones, indicaciones para la vestimenta, para los alimentos, para comer, vestirse, las habitaciones, el estudio importantísimo de  la Tora, etc. Todo para un solo fin, la santidad de vida.

Es un ideal que orienta la vida concreta, de hecho el judaísmo es ante todo una religión de actos. Muchas veces he escuchado a judíos decir: antes que termine el día debo hacer  tal o cual cosa como mitsvot. En nuestro lenguaje podrían ser además del Decálogo, las obras de misericordia. Lo que impresiona es la conciencia despierta que poseen para estar en ese dinamismo diario que les hace salir hacia el otro, no es en absoluto una religión instalada. Por el contrario, este dinamismo  les  impulsa a la acción, algo de lo que podemos también nosotros aprender. Diríamos que son personas altamente motivadas por sus convicciones.

Aquí un testimonio: “Los mandamientos rigen la vida judía en lo cotidiano y prevalecen por sobre la fe. Así, por ejemplo, para evaluar el compromiso religioso de un judío no se verifican sus creencias sino más bien sus actos: si ora, si observa el Shabat…”[29] El valor religioso de los mitsvot se apoya en el hecho que el cumplimiento de la Ley significa hacer la voluntad de Dios; glorificarlo y testimoniarlo ante el mundo, es la manera de imitar al Santo de Israel. Esto es perfectamente válido para nosotros.

Algunos judíos se preguntan ¿Cómo es que los cristianos conservan los libros de la Torá dentro de su Escritura Sagrada, pero no se sienten comprometidos con la práctica de los preceptos?  Es cierto que la tradición cristiana distingue  entre mandamientos ‘morales’  y ‘rituales’… en todo caso la pregunta sigue siendo válida. Hay aquí un punto de crecimiento hacia un amor más concreto que se haga acción, que sin caer en una observancia legalista nos podamos dejar iluminar por nuestros hermanos judíos cuya religión se define por las obras.[30]

“Nosotros – dice un judío -nos ejercitamos en conservar nuestro sentimiento de estupor recitando una oración antes de tomar cada alimento. Cada vez que vamos a beber un vaso de agua, recordamos el eterno misterio de la creación: baruj ata adonai…`Bendito seas Tú…, pues todo fue creado por tu Palabra’… Cuando deseamos comer pan o fruta, o bien gozar de una agradable fragancia o de una copa de vino, al saborear por primera vez la fruta de la estación, al contemplar el arco iris o el océano, al observar los árboles en flor, al encontrarnos con una persona docta en la Torah o en la cultura laica, al enterarnos de noticias buenas o malas, se nos ha enseñado a invocar su Nombre Santo y nuestra conciencia de él. Esta es una de las metas a las que tiende la vida judía: sentir los actos más vulgares como aventura espiritual; percibir el amor y la sabiduría que se ocultan en todas las cosas».

La genialidad propia de Israel, que valoramos y nos enriquece,  consiste en que  puede transformar todo en oración, en alabanza y acción de gracias; es una especie de ‘apostolado’ que hace el judaísmo, confesando públicamente su reconocimiento de los favores recibidos. Una muestra de ellos son los Salmos que nutren nuestra vida: “Anunciaré  tu Nombre a mis hermanos, en medio de la asamblea te alabare”(Sal 22,23); “Te daré gracias en la gran asamblea, te alabare entre un pueblo numeroso” (Sal 35,18); “Al Señor mientras viva he de cantar, mientras exista salmodiaré para mi Dios… Bendice alma mía al Señor” (Sal 104,33.35b).

La contemplación de Dios y sus obras fascina al salmista y lo hace vivir en un constante estupor, entonces la alabanza se hace expresión del esplendor de la belleza de la gloria de Dios: “Dios resplandece” (Sal 50,2), “vestido de esplendor y majestad, envuelto en la luz como un manto” (Sal 104,1b-2a).

Contemplar a Dios en todo, es nuestra meta común, fascinados por la caligrafía divina presente en toda la creación, nada de cuanto existe se sustrae a la alabanza y a la acción de gracias: “todo cuanto respira alabe al Señor”. (Sal 150,6)

Un último elemento que quisiéramos relevar en el tema de la santidad es la “santificación del día del Señor”: “Y bendijo Dios el día séptimo y lo santificó porque en él descanso de toda la obra que había hecho cuando creó”. (Gn 2,3) Dios santificó este día, lo declaró kadosh.El precepto del descanso sabático en Israel es  sagrado, se vive rigurosamente a partir de la tarde del viernes. Esta institución, citada en las primeras páginas de la Biblia, situada en el momento culminante de la creación divina y reconfirmada solemnemente en el cuarto mandamiento del Decálogo, asume en sí misma la categoría fundamental de la santidad. Le da el ritmo a cada semana;

Para alguien que llega por primera vez a  Tierra Santa  causa una gran impresión  la seriedad con que se respeta el descanso. Ese día uno puede sentir el silencio que sube desde la ciudad a la parte alta del monte, una gran lección que nos ha hecho preguntarnos, ¿cómo vivimos nuestro día del Señor?

Según las prescripciones de la Torá, el Shabat  debe ser celebrado en primer lugar mediante la abstención de cualquier clase de trabajo, tiene un carácter festivo, ¡algunos judíos dicen que el shabat es la novia de Israel! Se distingue no solo por la manera de orar o de no hacer ningún trabajo, sino también usando la mejor vestimenta y  preparando una cena de fiesta en familia. ¡Toda una lección!

 

Conclusión

A modo de conclusión simplemente dos pensamientos:  que hoy día nos anima el mismo espíritu que animó a nuestras primeras hermanas, que vivieron en esta santa montaña, en la tierra que el Señor se escogió como herencia, profundamente enraizadas en la tradición bíblica y mariana de nuestra Orden. Buscando sin cesar el rostro de Dios, como el profeta Elías. Con gratitud y reconocimiento, somos conscientes que nuestra historia bendecida nos obliga.

Resaltar que vemos una profunda  similitud entre nuestra vocación de monjas contemplativas en la Iglesia  y la vocación del Pueblo de Israel,  especialmente en la Tierra Santa: ambos llamados por Dios a vivir en su presencia y a la escucha de su Palabra; a vivir en Alianza y a ponerla en práctica en la vida diaria  a través de una vida de santidad, en acción de gracias y alabanza, esperando el Reino que viene.Maranatha!

 

Verónica de Jesús

 

 

 

 

 

 

[1] Hacer sonar el Shofar es tradicional en algunas fiestas judías, es un cuerno de carnero que recuerda el carnero del sacrificio de Isaac. CfLE MONDE DE LA BIBLE, Les grandes fêtes du judaïsme, II (1992) p 45. En la Biblia se usaba por ejemplo para anunciar un año de Jubileo Lv 25,9.

[2] Constituciones de las Carmelitas Descalzas, (1991) n 88 – 89

[3] Cf SANTA TERESA DE AVILA, Camino de Perfección 27,6 (manuscrito de Valladolid)

[4] El Kibbutz es una creación original israelí, un poblado rural multigeneracional, caracterizado

por la vida en comunidad, por su administración democrática, responsabilidad por el bienestar

de cada uno de sus miembros, niños y adultos, por la salud y la educación, y por la copropiedad

de los medios de producción y de consumo. Fuente: www.kibbutz.org.il

[5] La población cristiana en Israel en su mayoría árabe, está formada por las siguientes denominaciones: ortodoxa griega, católica latina, armenia, copta, etíope, siria, católica griega, católica siria, católica armenia, anglicana, luterana, bautista, ortodoxa rusa, rumana. Fuente: web site, Israel Ministry of Foreign Affairs.

[6] Para profundizar sobre el significado del movimiento mesiánico ver el artículo de P. David Heuhaus S.I “Gli ebrei che credono in Gesù” enLa Civiltà Cattolica, 3968(Ottobre 2015) pp.145-156.

[7] Cf. Op.cit p 152.

[8] Se entiende una “misión” entre comillas porque no se trata de convertir a los judíos, ellos son el pueblo elegido por Dios y creen en el Único Dios. Por eso “la Iglesia Católica no actúa ni sostiene ninguna misión institucional específica dirigida a los Judíos” como lo ha recordado recientemente el Documento de la Comisión para las relaciones entre católicos y judíos: “Una reflexión sobre cuestiones teológicas en torno a las relaciones entre católicos y judíos en el 50° Aniversario de “Nostra Aetate” del 10 de diciembre 2015, n 40

[9] Op. cit n 39

[10] Chronique du Monastère de notre Dame du Mont Carmel, II

[11] PAULO VI, Discurso a las abadesas  benedictinas, Roma 18 octubre 1966, fuente: web site  del Vaticano vatican.va.doc.pauloVI

[12] Respuestas del Papa en el Encuentro con las monjas de la diócesis de Roma, publicado en L’ Osservatore Romano, (edición italiana) 18-19 mayo 2015, p 4.

[13] Comisión para las relaciones entre católicos y judíos: “Una reflexión sobre cuestiones teológicas en torno a las relaciones entre católicos y judíos en el 50° Aniversario de “Nostra Aetate” del 10 de diciembre 2015

[14] Op.cit 44

[15] Se trata del salmo con que iniciamos el oficio cada mañana, es el mismo comienzo de la oración HaAmidáh «La Oración de Pié”. En Hebreo: תפילת העמידה.  La Amidá es el eje central del Judaísmo. Diariamente y por tres veces al día se recitan las 18 bendiciones, en el rezo de Shajarit por la mañana, en el rezo de Minjá por la tarde y en el rezo de Arbit o Maariv por la noche. También se dice la Amidá en los servicios adicionales como el Mussaf en Shabat y en Rosh Jodesh.

[16] JUAN PABLO II, Discurso en la Sinagoga de Roma del 13 de abril de 1986, citado en “Una Reflexión sobre cuestiones teológicas en torno a las relaciones entre católicos y judíos en el 50 ° Aniversario de Nostra Aetate, n 4

[17] Para profundizar sobre todo la relación de Jesús con la Ley, cf. ALBERTO MELLO, L’ebraicità di Gesù e dei Vangeli, Edizioni Dehoniane (Bologna 2012) “Jesús no contradice la Torà en sí misma, por el contrario declara querer darle cumplimiento, sino que contradice una cierta comprensión todavía insuficiente de aquel mandamiento, que estaba en boga en el judaísmo de su tiempo o del tiempo de Mateo”. P 124 ss

[18] No obstante “la separación entre la Sinagoga y la Iglesia puede considerarse como la primera y la más extensa división interna del Pueblo Escogido”. Comisión para las relaciones entre católicos y judíos: “Una reflexión sobre cuestiones teológicas en torno a las relaciones entre católicos y judíos en el 50° Aniversario de “Nostra Aetate”, n 3.

[19] La Biblia judía se llama Tanak, nombre formado por las iniciales de las tres colecciones de escritos: T (Tanak), el Pentateuco; N (Neviim) los profetas; K (Ketuvim) los Escritos.

[20] los Sabios de la tradición judía sostienen que cuando diez o más judíos están rezando conjuntamente  la «Presencia Divina» –Shekiná– está con ellos; esto proporcionó una influencia cohesiva en la comunidad judía. Llama la atención que  la mayoría de las oraciones judías  están formuladas en plural subrayando así la mutua responsabilidad que sienten los unos por los otros y por tanto su sentido de ser un cuerpo, un pueblo donde quiera que estén. Jesús nos enseno también a rezar en plural: “Padre nuestro…”

[21] EVANGELIUM GAUDIUM, 247

[22] Sólo por poner un ejemplo, mencionamos los descubrimientos realizados en el proyecto Magdala, (actual Migdal en Galilea) donde colaboran judíos y cristianos: “La arqueología encontrada hasta ahora en Magdala revela un pueblo de alto nivel socioeconómico y cultural. Por ejemplo, la sinagoga es la única de ese tiempo en Israel que tiene frescos, mosaicos y cuyo altar es muy elaborado», explica el director del proyecto, el padre Juan Solana. Cf wibe site www.magdala.org.es

[23] Hospital R.A.M.B.A.M., es el mayor centro médico en el Norte de Israel, localizado en el actual barrio Bat Galim, antes se llamó Zaourah, sirve a más de dos millones de habitantes.  Fundado por el Gobierno del Mandato Británico en 1938.  Después de la creación del estado de Israel  su nombre fue cambiado a RAMBAM, es decir: Rabino Moshe Ben Maimon – Maimónides.

[24] HANS URS von BALTHASAR, Teología dei tre giorni. Mysterium Pasquale, Quiriniana (Brescia 1995) p 31. Cf también del mismo autorTeodrammatica, vol V, L’ultimo atto, Jaca Book (Milano 1995) p 402.

[25] La alianza es un tema fascinante que abarca mucho más de lo que aquí puedo balbucear, pienso en los Profetas, en el lenguaje nupcial que  sobre todo en Oseas es usado para describir su  transgresión. Cf BALTHASAR,  Gloria,  VI Antiguo Testamento, Ediciones Encuentro (Madrid 1988) p 237ss.

[26] El calendario hebreo de doce meses, es lunar y por tanto variable. El mes de Iyar corresponde a abril-mayo.

[27] Lo mismo hace la Iglesia, Cf Recordamos, una reflexión sobre la Shoah, 16 de marzo de 1998 de la COMISION PARA LAS  RELACIONES RELIGIOSAS CON EL JUDAISMO, I

[28] Cf idem, V

[29] TERRE SAINTE MAGAZINE, jan-feb.2016, n 641, p 33

[30] Sin dejar de lado que, siguiendo la predicación de los Profetas, nosotros apuntamos más hacia la interiorización de la ley, una ley inscrita en el corazón, un corazón nuevo, una alianza nueva (Jr 31,31) y eterna (32,40; 50,5). Lo mismo sucede con la comprensión de la promesa de la tierra…

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