El judaísmo es mucho más que una religión. Es la pertenencia a un pueblo, a años de historia. De generaciones que lucharon por mantenerlo vivo a través de las circunstancias más extremas.

Uno no es judío por creencia sino por pertenencia. No se requiere fe para ser judío, sino haber nacido en una familia judía.

En el judaísmo hay una amplia variedad de creencias y «religiosidad». Hay desde personas muy creyentes y observantes de la Toráh, hasta los que que no creen en nada, ni en la existencia Dios. Sin embargo ninguno deja de sentirse judío ni de celebrar las festividades más importantes del judaísmo como Pesaj (pascua judía), Iom Kipur (el día del perdón) y Rosh Hashaná (año nuevo judío).

Judíos ateos hasta van a la sinagoga en esas festividades y a veces se los ve recitando salmos o canciones en hebreo como parte de la tradición (aunque esos cantos sean alabanzas a Dios).

Ser judío es un sentimiento muy fuerte. Desde que somos chicos se nos cuenta la historia del pueblo de Israel y todo lo que éste fue atravesando. Desde las pruebas impensables de las que tuvo que atravesar Abraham, hasta las torturas más grandes de Auschwitz . Y todas estas historias quedan impresas en nuestra piel y en nuestro interior de forma indeleble.

Encontrarse con otro judío que está del otro lado del mundo, en un país diferente al de uno, es como encontrarse de
algún modo con un familiar lejano. Hay algo que nos une, nos identifica. Costumbres, comidas y hasta la disposición o
decoración de los hogares. Me hace sentir como en mi casa.

Todo esto tan particular puede ser un gran obstáculo para un judío que descubre y cree en Jesús, a la hora de poner en práctica sus creencias interiores.

Por un lado está ese fuego interior que no tiene vuelta atrás. Este descubrimiento que suscita un cambio impensable
interior en el corazón, en la mente entera. Las ideas, las elecciones, los valores, todo comienza a girar en función de esto, de esta Persona, de este Dios revelado.

Y por el otro lado, el judío siente temor de perder esta pertenencia que hace a su propia identidad.
En mi caso fue así, tan fuerte que me tiraba en contra de ese imán tan poderoso de Dios, de Jesús, de la eucaristía. Nunca tan fuerte como para impedir que haga este cambio, pero sí para dificultar su andar.

Pasaron varios años hasta que me di cuenta que podía integrar perfectamente ambas cosas y aun hoy sigo re-acomodando esta identidad que llevo de generación en generación, con mis nuevas realidades.

Muchas veces pasa algo similar en los matrimonios. Las dos personas que lo constituyen vienen con diferentes costumbres de sus casas y se van poniendo de acuerdo en cosas a dejar atrás y otras a incorporar. A veces pacíficamente y otras veces no tanto.

Con este proceso me pasa lo mismo. Hay cosas que son más sencillas y otras más complejas de incorporar, de hacerlas propias. Pero de a poco voy integrando estas dos cosas: Que si bien espiritualmente son una sola, una perfecta continuidad, completud, los elementos invisibles llevan consigo tradiciones visibles, tangibles, que son las que tengo que ir acomodando. Es un desafío, es un nuevo camino para mí y para mi familia. Eso si, apasionante, jamás aburrido.

Espero con estos artículos, con este blog sobre ser judío y católico al mismo tiempo, poder ayudar a otras personas que estén transitando este camino a poder ver que muchas veces parecen dos caminos diferentes, pero que en realidad es un mismo camino con diferentes paisajes.

    1 Response to "Judaísmo y Catolicismo: un mismo camino con diferentes paisajes"

    • Hugo

      Gracias por compartir. Dios los bendiga.

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